/por Lorena De La Hidalga/

Escuchar colores, pintar música, tocar sabores y oler texturas. ¿Cuál es el punto de encuentro entre los sentidos? ¿Cómo se construyen las experiencias en la memoria? La palabra sinestesia viene del griego syn, que significa “junto”, y aesthesia que se traduce como “sensación”. Conjunto de sensaciones o sensaciones juntas; la sinestesia es cuando (mínimo) dos neurotransmisores se encienden, inevitable y simultáneamente en una persona. Tal cual, creo que esa es la respuesta. Se trata de percibir, experimentar, hasta memorizar, algún fragmento de la realidad ya sea un momento, un objeto o una emoción, a través de más de uno de los cinco sentidos. “Se trata de una enfermedad neuro fisiológica”, escribe Manuel Rocha, no obstante, yo creo que se trata de una condición de percepción mucho más heterogénea, un fenómeno involuntario que existe en todas las personas, más no todos son sensibles a saber que lo tienen. Se trata de una forma de aprehender el mundo desde lo plural a lo singular, que, más allá de neurofisiología, considero, ésta se configura. ¿De qué manera las experiencias artísticas pueden transformar/destruir y construir al individuo?
La Historia (por ende, quien la escribe) nos ha dicho que la percepción del ser humano se puede categorizar en cinco: oído, gusto, tacto, vista, olfato. Mediante la Institución y la enseñanza, se nos ha condicionado a pensar que existe un orden para transitar y percibir el mundo. Ante esta situación, quisiera invitar al lector a reflexionar sobre nuestra manera “institucional” de la distribución de la percepción. Entonces, tratar de identificar cómo las exposiciones de arte “sinestesicas” le permiten al espectador tener una experiencia multisensorial (de la realidad), para crear una memoria o un “recuerdo” más enriquecedor, y así, fomentar, reconstruir o transformar una visión plural del mundo en el público.
Actualmente, vivimos en un mundo plural, interconectado y ubicuo. La relación entre los avances de la tecnología y la necesidad de “curar” la enfermedad social en la que vivimos, contribuye a cultivar nuestro deseo de querer existir en todas partes y querer sentirlo todo, al mismo tiempo. Lo inevitable de la rapidez con la que sucede el mundo nos ha expuesto a la superficialidad, tal cual, de la pantalla. La virtualidad de nuestras relaciones ha puesto en riesgo las “verdaderas” relaciones sensibles, las relaciones humanas. ¿Cómo el Arte nos puede ayudar a recuperar/fomentar nuestro contacto sensible con el mundo?
Antes que nada, me gustaría dejar en claro algunas hipótesis sobre el arte contemporáneo para entender las posibilidades de su contexto. Primero, se puede decir que el arte contemporáneo supone un cambio historiográfico; es decir, ahora existen varios discursos, formas y múltiples explicaciones para contar y narrar El Arte. Segundo, la práctica del arte contemporáneo redefine la relación entre el artista, la obra y el público, con las nociones de espacio y tiempo. Por ejemplo, el giro audiovisual en las artes, que trajo a términos de producción la práctica del cine expandido. De la misma forma, el arte contemporáneo no tiene un medio específico para realizarse, sino es una práctica transdisciplinaria. Por esta razón, nos encontramos con situaciones como el arte “posmedial”, que dice que la obra ya no se basa en un sólo medio. Por ejemplo, la noción de la “intermedialidad” y el movimiento fluxus. Por último, el arte contemporáneo tiene la cualidad de transformar los dispositivos del arte, es decir, las instituciones que rigen al sujeto. ¿Cuáles son las posibilidades de la sinestesia para experimentar en las hipótesis que se plantean sobre el arte contemporáneo?
Para poder hablar de la sinestesia en las prácticas del arte, es importante entender qué significa y qué implica la noción de “intermedialidad”. El término “intermedia” se lo debemos a Dick Higgins (1938-1998), artista y teórico que nos habla acerca de los orígenes del happening. El happening se sitúa en el contexto de la intermedia, que enmarca la conexión de las prácticas artísticas en las cuales los artistas buscan desprenderse de las artes que se delimitan en disciplinas o categorías, como escultura, arquitectura, música, entre otras. De esta manera, se puede decir que el happening es una práctica del arte contemporáneo que sucede como un acontecimiento interdisciplinario que produce ambientes de estímulos sensibles. Tanto el artista como el público se convierten en el proceso de la obra, y así, el sujeto aparece como la acción de “entrar a un lugar” a través de los sentidos. Tomaremos como ejemplo la obra 4’33’’ del compositor y teórico estadounidense John Cage (1912-1992).
Llevada a cabo en 1952, la obra de Cage coloca a un músico frente a un piano, considera el tiempo de 4 minutos y 33 segundos con un cronómetro y una partitura. No obstante, mientras el tiempo transcurre, el pianista no toca. ¿Cuál es el objetivo de esta propuesta artística, o bien, este happening? Más allá del silencio, la experiencia del artista trata sobre la escucha. Tal cual, lo que implica la acción de escuchar y lo que se puede descubrir en la ausencia del ruido. Se trata sobre una experiencia sensorial-espiritual que, en realidad, lo que hace es crear un ambiente performático donde el silencio y el ruido, inevitable en nuestro alrededor, juegan un papel definitivo. “El sonido está actuando” diría John Cage. El silencio es un sonido sin significado. El silencio es la falta de intención. En este sentido, se puede decir que la obra es el suceso que transcurre en la duración del ambiente, interpretada por el ruido que emite la audiencia y su entorno.
Por otra parte, “Sinestesia” también es el nombre de la exposición de arte sonoro que se realizó en la galería Le Laboratorie en el 2017, en la Ciudad de México. Como tal, la exhibición muestra obra de artistas mexicanos, como Antonio Fernández Ros, Manuel Rocha Iturbide, Vicente Rojo Cama, Guillermo Santamarina, Roberto Turnbull, entre otros, quiénes “buscan su curación en la propia enfermedad, en el propio vicio de querer ver, escuchar y degustar otras cosas a partir de un lugar, de una idea” (Rocha, 2017). A continuación, se revisarán algunas de las obras presentadas, para intentar comprender cómo opera el fenómeno de la sinestesia en las prácticas del arte contemporáneo y cómo la exposición, como experiencia colectiva, puede incidir en la condición de percepción y memoria del individuo.
“Nada en el columpio” (2017) es el título de la poesía visual producida por Ricardo Pohlenzn (1965), escritor, poeta y crítico poblano, en dónde él explora la materialidad de las palabras. La obra consiste en la repetición de sellos tipográficos negros y rojos sobre papel blanco; no existe un orden, pero sí un proceso. El concepto de la obra parte de la idea de que los utensilios y las herramientas (por ejemplo, el golpe del martillo) tienen una materialidad que no es comparable a lo que las palabras nombran, sin embargo, comparten la noción de la representación de un sonido. Entonces, es a través de la sinestesia que se puede construir la ilusión material de las palabras, semejante a las herramientas. ¿Qué forma tienen las palabras? Ante esto, Pohlenzn dice: “[…] las palabras suenan, resuenan, se vician y se pierden, se colorean y amplifican en las paredes de nuestra cabeza. Va y viene, va y viene, dentro de ese necio diapasón de texturas, sonoridades y sentidos”.
Asimismo, Vicente Rojo Cama (1960), compositor electroacústico, explora el concepto de sinestesia en la producción de una obra “inmersiva” e intermedial, que consiste en (literalmente) introducir al público a un espacio lleno de globos inflados y bocinas. Lo que Rojo Cama pretende en esta obra es “rodear al espectador de elementos que transmitan una pérdida de los parámetros espaciales a través del sonido y un espacio restringido”, así, poder transformar la percepción de los sentidos en una “claustrofobia” de sensaciones físicas y sonoras, que nos vuelven al hecho de cómo registramos este tipo de experiencias en la memoria. Es cierto que las frecuencias sonoras no sólo entran por el oído (como uno “normalmente” pensaría), sino también el cuerpo las siente y las resiente, creando realidades relativas y paralelas a la cotidianeidad.
De manera similar, la serie “Espectrograma” (2017) es una representación tridimensional de la palabra “logos” pronunciada por la voz del autor. La obra de Antonio Fernández Ros (1961) muestra de manera visual (específicamente, en una impresión digital) las frecuencias presentes en una palabra en un determinado instante, considerando factores como el tiempo transcurrido y la intensidad o volumen. “Mientras más cerca esté la frecuencia al color amarrillo o al blanco mayor es su intensidad. Por el contrario, el negro y los colores oscuros representan frecuencias de intensidad prácticamente imperceptibles”. Aquí, vemos cómo opera el fenómeno de la sinestesia, no tanto en la percepción sino desde la configuración de la obra. La impresión tal cual muestra cómo se ve la frecuencia y cómo hay sonidos tan “tenues” que pueden pasar desapercibidos. ¿Cómo podemos escuchar un sonido si no es con el oído?

Considerando los ejemplos anteriores, se puede intuir que la exposición “Sinestesia” cumple con el objetivo de crear un espacio artístico, performático, que ponga en cuestión la configuración de los sentidos, ya que, al ser obras de intermedia, desde un inicio el espectador está “condicionado” a percibir la obra de forma integral, o “sinestesica”. Ante esto, los artistas “sólo necesitan deshacerse de lo anaesthesico [la insensibilidad], buscar la simultaneidad […] o cuando menos practicar un arte polisémico, multifacético y holístico que exprese de mejor forma la complejidad de nuestro espíritu” (Rocha, 2017). Un lugar en el que se pueda traducir, de un medio hacia otro, las complementariedades de lo singular y lo plural, lo positivo y lo negativo, lo perceptible y lo no perceptible, lo decible y lo visible.
En fin, considero que la creación de experiencias multisensoriales le permite a nuestra memoria registrar experiencias con más detalles de información, es decir, construir recuerdos con cada uno de nuestros sentidos, y al mismo tiempo. Más allá de hacer suceder acontecimientos, la experiencia colectiva trata de recordar los sucesos de la cotidianeidad fuera de un discurso singular, sino a partir de una narrativa plural. ¿Cómo esto puede cambiar nuestra manera de ver el mundo?
Creo que finalmente estamos en un punto de la Historia en donde nuestra cultura visual se ve favorecida, cada vez más, con relación a lo auditivo. Sin embargo, es importante recordar que la imaginación no sólo se refiere al sentido visual, ya que la creación de la “imagen” puede referirse a todos los sentidos: audición imaginativa, tacto imaginativo, gusto imaginativo, incluso olfato imaginativo. Entonces, si “todos” podemos ser capaces de imaginar a través de los cinco sentidos, ¿por qué nos seguimos limitando a aprehender el mundo mediante uno solo? En pocas palabras, creo que esta es la prueba de que en todos nosotros existe el fenómeno de la sinestesia, sólo es cuestión de hacerla consciente, para poder trabajarla, y hacerla más presente en nuestras experiencias cotidianas.
Rocha Iturbide, Manuel. “Sinestesia”. Le Laboratoire. Julio, 2017. http://lelaboratoire.mx/index.phpoption=com_content&view=article&id=172:expo2017-10&catid=26
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