El incendio del velo

Dos retratos de Modesta Burgos: cuerpo, memoria y locura

/por Aranzazú Hernández Gutiérrez/

 

Cristina Rivera Garza publicó su libro La Castañeda: narrativas dolientes desde el Manicomio General México, 1910-1930, en 2010 a cien años de haberse inaugurado. Entonces yo acudía a la Escuela Nacional Preparatoria 8 Miguel E. Schulz que estaba construida en antiguos terrenos de La Castañeda, y presuntamente también las calles y los lugares aledaños donde comía, corría y platicaba con mis amigos. Sabíamos que caminábamos sobre “La Castañeda”, pero solo eso. Recuerdo que hubo una muestra de fotografías en un deportivo cercano a la preparatoria, la recorrí involuntariamente con amigos, en nuestros paseos.

 

Si bien circulaban algunas historias clásicas de espantos, la memoria del Manicomio estaba ya lejana de nuestro contexto aunque el terreno fuera el mismo.  Me he preguntado durante mucho tiempo de donde viene mi interés por La Castañeda y por la historia de la locura, y recién me doy cuenta cómo inició. De alguna forma aquellas fotografías de La Castañeda llegaron a ocupar un lugar en mi memoria. 

 

Tomada de La Jornada

https://www.jornada.com.mx/2010/08/17/cultura/a05n1cul

 

 Años después conocí la existencia de Modesta Burgos a través del libro ya citado y de la novela  Nadie me verá llorar (1999). Aunque la misma autora nos deja ver la dificultad de esbozar un retrato de Modesta Burgos, sabemos que fue una mujer que vivió la mayor parte de su vida entre los muros del Manicomio General “La Castañeda”. Se conoce por una fotografía en la que aparece en una pose que evoca según Cristina Rivera Garza la de un mimo tocando un vidrio ilusorio.

 

 Cuando pienso en el Manicomio General me vienen a la mente algunos rostros, entre ellos el de Modesta. Puedo ver su corporalidad, evoca un juego infantil ante la cámara, con algo de ironía y cierta consciencia del momento y de su situación como interna que no puede traspasar las paredes hacia el exterior. Símbolo del muro que la separa de la “normalidad”. 

 

Por otro lado, me evoca una imagen similar al robo de una toma fotográfica, que pudo haber estado destinada a retratar a los sujetos de fondo.  Modesta Burgos pudo haberse atravesado, accidentalmente o no, y al percatarse,  haber adoptado dicha pose. El movimiento que insinúa su cuerpo inclinado hacia la derecha sugiere un gesto de sorpresa ante un disparo furtivo.

 

Una gestualidad aparentemente hierática nos lleva a pensar en el movimiento previo  y posterior al disparo que congeló aquel cuerpo;  se recarga sobre su pie izquierdo, como en avanzada,  a punto de dar un paso, y al que quizá le sucedieron otros, o mejor aún, un movimiento, una reincorporación a su centro incluso, un trayecto. La corporalidad de Modesta Burgos nos remite también a la indocilidad, pues al adoptar aquella pose juguetona se opone también a las normas, al rigor y la mesura. Sin duda, hay mucho en su pose y mirada: algo que fascina, pues parece desafiar al espectador. 

 

Hay que recordar que la fotografía judicial desarrollada por Alphonse Bertillón a finales del siglo XIX implementó la antropometría y la llamada tarjeta signaléctica. El método buscó identificar a los criminales por su morfología: medidas del cuerpo que luego eran anotadas en una ficha con fotografías insertas del criminal.  Método que, desde luego, se implementó en México. Las reglas dictaban  “No se puede hacer ningún retoque para restituir al sujeto una apariencia mejor. Además, los rostros se captan en una expresión neutra, el individuo no puede sonreír ni mostrar un aire de desafío. Parece así carente de sentimientos, lo que evita efectos de simpatía al observarlo” ( Le Breton, 46).

 

Así dicha pose parece romper con cualquier esquema de retrato antropométrico. De acuerdo con Rebeca Monroy Nasr, en La fotografía le da rostro a la locura, si bien durante mucho tiempo se ha considerado a la fotografía un medio objetivo, fiel e imparcial por tratarse de un objeto mecánico, ahora se tiene la certeza de que es ejecutada por una persona que posee características ideológicas, políticas, sociales, culturales y morales. Por lo tanto, nos permite imaginar que el fotógrafo detrás de aquella toma, eligió retratar a Matilda Burgos en ese despliegue de la identidad entre muros, en la performatividad de “la locura”, que rompe la tradición de un mero retrato tipológico. Este, más bien, corresponde a tomas que documentaban la vida cotidiana, en la que parecía desenvolverse con cierta ironía y rebeldía.  

 

Tomada de México desconocido

https://www.mexicodesconocido.com.mx/la-castaneda-el-manicomio-conocido-como-las-puertas-del-infierno.html

Figura 1.2

Manicomio General La Castañeda

 

Otro aspecto que llama la atención es la vestimenta de Modesta Burgos que se aleja de los vestidos de otras internas retratadas, como podemos ver en la imagen 1.2.  Modesta Burgos porta un vestido oscuro que luce cuidado en comparación a otras internas. Resulta difícil imaginar  esto dentro de las instalaciones del MG. A diferencia del retrato anterior, en el que podemos ver a dos internas que portan vestidos blancos, ella mantiene el cabello largo, a diferencia de las otras mujeres que aparecen rapadas e inclusive descalzas se puede advertir en ellas una condición más precaria. 

 

Se sabe que quienes mantenían privilegios en cuanto a vestimenta, comida y áreas en las que se alojaban, eran los pacientes que pagaban según la propia clase social a la que pertenecían. No sorprende, pues, que el MG fuera construido por el hijo de Porfirio Díaz, educado como ingeniero en París, mismo quien ideó una construcción que dividía a los pacientes que pagaban de la población restante.

 

 Resulta curioso que Modesta Burgos mantuviera su vestimenta cuidada y el  cabello largo, pues no era una mujer acomodada que pudiera pagar dichos privilegios.

 

 

Las mujeres en La Castañeda 

En el México finisecular, las teorías del darwinismo social fueron importadas de Europa. La frenología y la criminalística fungieron como las bases para el establecimiento del Manicomio General “La Castañeda” que fue uno de los proyectos más ambiciosos del gobierno de Porfirio Díaz para llevar a México a los niveles del desarrollo deseado. En este contexto histórico, vivió Modesta Burgos (1885-1958) hasta su muerte.

 

 Fue tipificada como loca moral según los preceptos postulados en Europa; los cuales constituyeron un estrecho vínculo entre la locura y la degradación moral producto de las condiciones de raza, clase y género.

 

El cuerpo femenino como un lugar oscuro fue uno de los ejes que motivaron las ideas de la mujer fatal; encarnada también en la prostituta como contenedora y difusora de las enfermedades sexuales y sociales. Las nociones de enfermedad mental provenían de la teorías encabezadas por autores como Cesare Lombroso en su obra La mujer delincuente; la prostituta y la mujer normal, y otros psiquiatras como Paul Julius Moebius que proponían una idea de  la mujer como un individuo con  una tendencia natural a quebrantar la ley, esto como consecuencia de poseer una sexualidad desbordada relacionada a su naturaleza mistérica.

 

Si bien las categorías para ingresar a las mujeres en el comienzo del MG fueron cambiando con el paso de los años debido a los avances en la psiquiatría, los procedimientos clínicos seguían buscando explicaciones de la degradación moral y psíquica  en los ancestros femeninos como signo de un estado no civilizado. Pero, para que un individuo sea declarado loco, señala Ana Lilia Mancilla en Locura y mujer durante el Porfiriato, se necesita que las  expresiones de un sujeto no sean necesariamente inversas sino extrañas a la norma. En el caso del MG, las normas estaban establecidas de maneras muy específicas; en el caso de las mujeres, los límites de dicha normalidad y anormalidad no se mueven en el mismo espectro que en los hombres (Mancilla, 2001: 49). Así pues, la normatividad respecto a las mujeres era la esperada  que en el México Porfiriano se contemplaba:  una madre de familia, ceñida a los estándares familiares burgueses y, desde luego, al hogar; debían mostrar obediencia, docilidad, recato y mesura. Ante el desafío de dichos mandatos una mujer podía ser fácilmente ingresada a uno de los pabellones del MG.

 

No resultaba difícil encontrar mujeres recluidas por sus propios esposos para contraer nuevos compromisos. Las personas que estaban ahí eran, sobre todo, las personas más pauperizadas: disidentes políticos, mujeres insumisas, personajes incómodos, pobres sin rumbo ni hogar.

 

Ahora cuando hago una retrospectiva de aquellos días, me hubiera gustado conocer la historia de Modesta Burgos y saber que tuvo una voz, que caminó resistiendo sus pasos por ahí en donde nosotros platicábamos de la vida. 



 

 

 

 

Los textos así como su contenido, su estilo y las opiniones expresadas en ellos, son responsabilidad de los autores y no necesariamente reflejan la opinión de la UDLAP. (Para toda aclaración: revista.espora@udlap.mx).

Te podría gustar