Lego ergo sum

El faro: ambigüedad y vicios

/ por Rodrigo Lichtle/

 

Entre las ya afamadas nominadas y ya premiadas a Mejor Película en los Oscares, y aunque ya vi todas excepto Mujercitas que espero verla pronto por las cosas buenas que he escuchado de ella, aparte de que me gustó la anterior película de Greta Gerwig: Lady Bird; Parasite fue mi favorita. No obstante, hubo una que, en lo personal me gusto sobre todas las nominadas al premio de Mejor Película: El faro de Robert Eggers. Película que, aunque no me molesta tanto su ausencia en los Oscares, una ceremonia que generalmente me preocupa poco, sí sentí que pasó desapercibida.

 

          La bruja, la primera película de Robert Eggers, la vi poco después de que saliera, mas no fue en cines. Recuerdo que me cautivó especialmente por su meticulosa construcción de la atmósfera que rodeaba a los personajes, así como la presión en aumento entre los familiares hasta no ver otra solución que implotar, deshaciendo todos los valores que querían mantener. Lo mismo sucede con El faro, ambas establecen rápidamente una premisa que comienzan a componer relaciones que se complican cada vez más debido a fantasías o ideas de los protagonistas. En el caso de La bruja son ideas sobre la brujería. En El faro, la mezcla entre la tradición marinera de Wake y las culpas de Winslow.

 

          No me importa mucho establecer una comparación entre el cine de Eggers, que me parece presenta aspectos técnicos o al menos de construcción de tensión similares, sino enfocarme en el personaje de Winslow y como está construido con base en la ambigüedad. La película hace un excelente trabajo como género de terror psicológico: logra que por momentos el espectador dude de lo que en está viendo así como de lo que vive el protagonista. Desde la caprichosa luz de Wake, hasta los crímenes de Winslow que se van desfigurando y tomando diferentes formas a través de las historias que le cuenta Wake sobre el mar. Hay una clara incertidumbre en el protagonista, pero también llega a crearla en el espectador sobre la culpa de aquellos prejuicios que tanto teme. El único momento donde creo puede romperse esta ambigüedad es cuando empiezan los malos vientos puesto que la cámara se aleja de Winslow y nos muestra, que efectivamente no es imaginación de Winslow sobre lo que dice Wake: la muerte de la gaviota fue lo que ocasionó el mal tiempo. Igualmente, puede verse como parte de un punto de vista ya asumido, una película donde el espectador está obligado a creer los mismos prejuicios que Wake ha declarado.

 

Por otro lado, la ambigüedad que crea sobre los personajes es bastante interesante porque la culpa de Winslow se configura alrededor de sus crímenes, pero, principalmente, en sus deseos. Desde beber alcohol, sobreponerse a Wake y hasta el querer cogerse una sirena. Al final las fantasías de Winslow son exageraciones de los mismos y en el transcurso de la película, le es más difícil satisfacerlos. Busca, al mismo tiempo, una explicación de estos, de sus excesos y de su locura que cada vez crece más. Es de esta situación de donde surge la imagen de Poseidón que transfigura a Wake en el culpable de todo lo que le ha pasado. Su locura llega a querer ver el faro y descubrir una aparente verdad o respuesta a todo, donde nosotros sólo podemos ver el foco pero parece ser mucho más para ambos personajes. Al final nada se ve completamente alcanzado o saciado, ni siquiera una redención al crimen, ya que vuelve a sus vicios y a cometer otro asesinato. A Winslow le es imposible huir de sí mismo.

 

 

 

   

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