La neta del planeta

La culpabilidad del placer

/ por Mapi/

 

“¡¿Te has tocado?!”, “¿Te das placer?”, ”No es correcto que las mujeres se toquen, se les puede infectar”, “No necesitas tocarte”, “Peca más una mujer que se toca que un hombre”

 

Cuando entré a la adolescencia el vello púbico comenzó a salir y me daba picazón, una vez me rasqué y dijeron “¡Hey! no debes tocarte, eso está mal”, fui creciendo y los comentarios de mi familia, profesores y amigos me dieron a entender que las mujeres no se pueden tocar para conocer su cuerpo, que la masturbación femenina no debería existir.

 

        ¿Por qué un hombre se puede masturbar sin sentirse culpable? ¿Por qué él puede sentir placer y presumirlo? La primera vez que me toqué descubrí que no tenía ni idea de lo que pasaba allá abajo y, entre un sentimiento de culpa y asco, me detuve. Se lo conté a una amiga, quien me dijo “Que asco que te toques, cuando crezcas los hombres no te van a querer porque ya estás rota” ¡ROTA! 

 

        ¿Acaso somos muñecas de porcelana para rompernos? Toda mi infancia fui a escuelas católicas, en donde me enseñaron a no hablar de mi menstruación y sobre todo a no perder mi virginidad sin antes haberme casado. Cuando crecí y tuve mi primer novio no dejaba de repetirme “sin anillo, no hay paraíso”, como si yo fuera un tipo de premio, un artefacto sin fines de lucro o una de esas muñecas de plástico. Aunque, según mi amiga ya estaba rota; entonces tenía dos opciones: romperme más o fingir ser la niña católica que todos querían. Me fui por la segunda opción. En el transcurso las hormonas se iban alborotando y los lugares obscuros nos encantaban. No perdí mi virginidad (según lo que lo que marca la  sociedad) ya que no hubo una penetración con su falo, y con el tiempo me di cuenta que el término “roto” solo funcionaba para cosas materiales.

 

        Las instituciones religiosas remarcan la imagen de la Virgen como pureza y castidad. Figura que ha representado a la mujer como procreadora de vida y no como un ser que puede gozar de su sexualidad. Cuando pierden su virginidad antes del matrimonio, además de convertirse en pecadoras, pierden la supuesta pureza, dejan de ser la imagen de la virgen para convertirse en Eva, quien comió la manzana prohibida. Un evento en donde el pecado original no surge por él sino por ella, quien fue seducida por el diablo; este mismo evento se refleja constantemente en la sexualidad. Al hombre no se le atribuye un pecado igual de influyente que a la mujer.  Según la sexologa Luz Jaimes, la autoestimulación se ha hecho un tabú a causa de las instituciones religiosas. “Nacemos con un cuerpo organizado para sentir, hay funciones específicas que se activan en el momento de recibir un estímulo agradable (…), pero las normas culturales y religiosas no permiten que las mujeres disfruten a plenitud de su sexualidad“. (Jaimes citado por Animal político, 2015). La iglesia cree que la mujer está destinada a procrear y por ello tiene la obligación de tener cuantos hijos “le mande Dios”. Como consecuencia, la educación sexual es menor a la que reciben ellos, es decir, si un varón aprende los métodos anticonceptivos, la estructura de su pene y las consecuencias de tener relaciones sin preservativos, las mujeres sólo reciben la lección de métodos anticonceptivos y sus consecuencias.

 

        Aunque la Biblia no menciona la masturbación, la institución la ha tratado como algo prohibido para ambos sexos; sin embargo, cuando el varón se llega a tocar es perdonado diciendo “es que tiene sus necesidades”, “es sano para él porque después le pueden doler sus testículos”. Es tan grande el problema que en muchas partes de África, a las mujeres menores de 15 años, se les extirpa el clítoris para que no sientan placer. Se calcula que el 40 % de la menores de edad serán sometidas a ese procedimiento no quirúrgico en la próxima década y hasta el 98% en comunidades de Somalia (Animal Político, 2015). Esta práctica es defendida por la cultura somalí, ya que se repite el rito de Sara (la esposa de Abraham y madre de Isaac mencionada en la Biblia)  que mutiló a Agar (esclava egipcia, concubina de Abraham, madre de Ismael) por celos y luego Alá le ordenó que se circuncidara ella misma. Esta costumbre es de procedencia incierta. Se hace como un rito de iniciación a la edad adulta en África, Asia, Europa, Oceanía, incluso algunas partes de América. 

       

Ahora bien, la sexologa Elena Crespi  indica que “aunque ahora empezamos a entender que es algo normal y sano que la mujer se masturbe, a muchas todavía las educan en la idea de que eso no es ‘cosa de mujeres’ y en un mundo en el que se nos ha llamado de ‘guarras’ para arriba por hablar de sexualidad.(Crespi citado por  Ruano, 2017). No sólo es la religión sino la sociedad machista, quienes ofenden a las mujeres que se autoestimulan diciéndoles que son “putas”o “pirujas” y dando a entender que solo el hombre puede provocarle un orgasmo.  Esta ideología está mezclada con la institución eclesiástica y con la cultura, ya que desde pequeños se inculca que la mujer está al servicio del hombre; además, a cierta edad los varones comienzan a ver pornografía, en donde se enfoca la figura femenina como un personaje utilitario que le da placer.

 

         Por otro lado, ha sido tan normalizado la masturbación masculina que se ha creado una jerga para hablar de ella, como: acariciarse el ganso, chaqueta, jalarsela, darse una pulida, quitarse el dolo de cabeza, etc. Pero para ellas es más común dedearse. Empero, este término es más usado para indicar que un hombre estimuló a una mujer y no tanto que ella lo haya hecho.

       

        Es normal sentir curiosidad por nuestro cuerpo y querer estimularlo, no hay razón para avergonzarnos al hacerlo. Ambos sexos deberían ir al ginecologo, urólogo y fisoterapeutas sexuales, debido a que es importante estar bien informados de las múltiples enfermedades de transmisión sexual, los diversos anticonceptivos; saber si somos alérgicos al látex, conocer nuestro cuerpo y estar atentos a las anormalidades. Ir con estos especialistas debería ser tan común como ir al doctor o al psicólogo. Somos seres que necesitan un equilibrio físico y psicológico, a veces nosotros solos no podemos obtenerlo porque no tenemos el conocimiento o por ser demasiados subjetivos.

 

        Sentir placer no nos debería de dar vergüenza. No porque una mujer se masturbe significa que sea una cualquiera o una zorra; estamos en total libertad de conocer y amar nuestro cuerpo, abandonando los prejuicios, estereotipos y las etiquetas que nos pone la religión, el estatus social, los medios de comunicación, la familia y amigos. A mi parecer, los hombres disfrutan masturbarse porque, además del placer físico, en donde sus músculos se relajan, crean una fantasía que pueden gozar sin prejuicios. A ellos no les importa ser descubiertos porque no serán juzgados y  no les molesta el qué dirán, simplemente disfrutan.

 

         ¡Sí, me he tocado, he visto mi vagina con un espejo y he sentido placer! Las mujeres que se autoestimulan no están rotas, no son pecadoras y no son “cochinas”. Conocer nuestro cuerpo es algo que tod@s deberíamos hacer, está bien tener un orgasmo (de hecho los orgasmos pueden prevenir enfermedades como: migraña, cáncer de útero, estrés y ansiedad). Es nuestro cuerpo y nosotr@s podemos hacer lo que queramos con él.

 

 

 

 

Referencias 

Animal político. (2015b). Por qué la masturbación femenina sigue siendo un tabú en el siglo XXI. Recuperado de https://www.animalpolitico.com/2015/11/por-que-la-masturbacion-femenina-sigue-siendo-un-tabu-en-el-siglo-xxi/

Ruano, N. (2017). Masturbación femenina. Recuperado de https://www.codigonuevo.com/relaciones/mujeres-masturban-niegan-hacerlo

 

 

 

 

 

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