Condado

Aforismos sobre columnas para la elevación del espíritu

/ por Eric Ibarra /

 

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Hay columnas en arquitectura. Hay columnas en prensa, en la milicia, en química. Hay columnas en botánica y física. Hay columnas en geología, en informática, en matemáticas, en el cristianismo, en Stonehenge, en tu espalda, en el homo sapiens, en las dos patas alargadas y verticales que lo distinguen de un chimpancé. Hay columna porque hay cerebro. Hay monumentos porque hay columnas. Hay memoria porque hay cerebro. La columna es el despotismo ubicuo de lo elevado.

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“A las 2:26 horas de este jueves el Popocatépetl generó una columna de ceniza, la cual alcanzó una altura de cerca de dos kilómetros”, Excélsior, 5 de octubre de 2017. Hay columnas en México.

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¿Los atlantes de Tula son columnas? ¿Por qué llamamos “atlantes” a los atlantes de Tula? ¿Son columnas como el Atlante griego?.

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Roberto M. dice lo siguiente sobre las nuevas pantallas de la catedral de Puebla: “Los razonamientos anteriores pretenden servir de marco conceptual para ubicar, en su justa dimensión, el acto de barbarie que representa la instalación de pantallas de televisión en las columnas de las naves de la Catedral. Esas vulgares pantallas sabotean la contemplación estética y la comunión religiosa; corrompen la nobleza estética de la umbrosa estancia; y ofenden las capacidades cognitivas de los fieles que acudimos (acudíamos) al Santo oficio de la misa”. El Sol de Puebla, 8 de octubre de 2017.

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Es casi un hecho que en La Venta, centro ceremonial y poblacional de los olmecas, hubo muchas columnas. Hoy quedan un par, gruesas y bajas. El resto son pirámides.

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Nueva España tuvo las catedrales más altas construidas en América entre los siglos XVI y XVIII.

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“En el opulento Distrito Sonata, se inaugurará, en diciembre, el hotel más grande de Puebla y se estrenará en 2017 la torre residencial más elevada de México, Nubola Tower, de 198 metros de altura, en cuya cúspide habrá helipuerto, muro para escalar y una alberca semiolímpica que tendrá como fondo los volcanes”. Proceso, 6 de octubre de 2017.

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Tal vez los atlantes de Tula son columnas en el sentido en que son columnas la Torre Latinoamericana o las Sonata Towers de Puebla. Esto concedería a las dos últimas el título de columnas de columnas.

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Pero ni los atlantes de Tula ni la Nubola Tower son columnas si uno quiere tomar en serio las columnas del cristianismo y las palabras de Sergio De La Vega, director de Gulf, la firma petrolera que abrió este miércoles sus primeras estaciones de servicio en Puebla: “Una vez iniciado el proyecto esperamos concretarlo en no más de 36 meses. Ese sería nuestra columna vertebral y nuestra diferenciación logística”, Milenio noticias, 18 de octubre de 2017. Tal vez desatendemos más de lo conveniente el nivel estructural de una columna.

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Uno no admira una columna como admira un monolito. Uno no admira el Obelisco de Lúxor de París como admira las columnas del anillo periférico de la Ciudad de México. En las segundas existe un dramatismo de fatiga y desafío. Un atlante tras otro.

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Seguimos en la semántica de lo cuantioso o medular al atender el nivel estructural de las columnas. No dejan de ser lo más importante de un algo. Esto lo sabe bien Unión Puebla y comunica sus convicciones a la ciudadanía: “Toma en cuenta las vigas y columnas, ya que estas no deben estar dañadas pues son los elementos que sostienen la estructura; si están dañadas con rajaduras o grietas del concreto y las varillas se ven, esto indica un daño muy severo”, Unión Puebla, “Grietas por sismo, cómo identificarlas”.

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También lo saben los ingenieros de la Universidad de Stanford que vinieron tras el sismo de este 19 de septiembre: “Casi dos tercios de los 44 edificios que se derrumbaron en la Ciudad de México fueron diseñados siguiendo un método llamado “losa plana”, en el que los pisos son sostenidos por columnas de cemento. Esa técnica está prohibida en partes de Estados Unidos, Chile y Nueva Zelanda, según información recopilada por un equipo de ingenieros estructurales de la Universidad de Stanford que fue obtenida por la Associated Press”, La Jornada, 9 de octubre de 2017.

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Tal vez lo saben muchos de los afectados por el colapso de la Línea 12 del metro: “En la columna de referencia se detectó un vicio oculto, es decir, una falla en el procedimiento constructivo en el armado de los anillos en la parte baja de la columna al no apegarse estrictamente al proyecto y especificaciones”, Agencia Quadratín, 21 de septiembre de 2017.

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Los reporteros de la nota anterior saben algo más, saben de la relación tan peculiar de las columnas en la Ciudad de México con lo cuantioso: “Se procederá a realizar un sondeo del acero de refuerzo con equipos de ultrasonido de las 300 columnas del viaducto elevado de Línea 12”.

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“El C5 reportó el cierre a la circulación vehicular sobre el anillo periférico a la altura de su cruce con avenida Las Flores, debido a la colocación de columnas como parte de la vía verde […] No se detalla cuántas columnas serán colocadas”, Uno TV, 17 de julio de 2017.

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Todos sabemos del dictado de lo cuantioso en nuestro país: 127 millones de habitantes de acuerdo con el Banco Mundial. En 2016 “las 12 millones de personas más ricas del país concentraban el mismo ingreso que los 84 millones de mexicanos más pobres”. “Diego Vázquez Pimentel, investigador en la organización Oxfam y autor de un reporte sobre la desigualdad presentado hoy, aseveró que […] al ritmo actual, la brecha de la desigualdad en México tardará 120 años en revertirse. ‘Revertirse’ no significa que los más pobres tendrán un ingreso similar a los más ricos; quiere decir que la brecha empeorará hasta el año 2137 y que a partir de esta fecha empezará a reducirse”, Proceso, 11 de septiembre de 2017.

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Tal vez en México hay tantos obeliscos como ricos y tantas columnas como pobres. Alguien precise esta analogía.

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En los últimos años el centro comercial Angelópolis, heredero del nombre de Puebla en tiempos novohispanos, construyó varios pisos de estacionamiento con muchas columnas. ¿Hay relación entre estas columnas y las del anillo periférico de la misma Puebla y las más viejas del anillo periférico de la Ciudad de México?.

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“In other words, the rush to cleaner cars alone will not solve the problems cities are grappling with. Rather, cities need far fewer cars and should support a wide variety of modes favouring pedestrians, cyclists and mass transit or shared mobility”, The Guardian, 16 de octubre de 2017.

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Además de esos 84 millones de mexicanos más pobres y de esos 12 mexicanos más ricos, hay otros de visión incierta. A diferencia de los dos grupos anteriores, esos otros perciben lo elevado. Tal vez viven inmersos en esa percepción. Tal vez, por ejemplo, quisieran dejar el transporte público disfuncional y tener un coche. Tal vez quisieran regresar tranquilos a sus casas en la noche. Tal vez, dentro del camión, han visto repetidas veces el anuncio de un automóvil. Tal vez en su imaginación lo elevado no es una columna, un obelisco o una torre de catedral, sino una escalera o una pirámide. La diferencia entre las últimas y las primeras es que las últimas son accesibles. Un obelisco no ofrece más que su propia contemplación.

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“Este convento […] cuyo alto es de doce varas y media y su ancho corresponde al claro de su presbiterio, subiendo desde su pavimento hasta tocar la luneta de la eminencia de su bóveda, en él se dejar ver la solidez y firmeza de sus zoclos, y la macicez y constancias de las basas, la corpulencia y rectitud de las columnas”, Gaceta de México, 1734.

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Alguien precise las dificultades de hacerle caso a The Guardian. Hay columnas en México.

 

 

 

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