Lego ergo sum

Señalada violencia

/ por Rodrigo Lichtle/

 

En diciembre del año pasado vi la serie original de Netflix: Perfume. Hace ya bastante tiempo había leído el El perfume, de Patrick Süskind, y a través de los cortos parecía que esta adaptación únicamente reformularía el libro de Süskind desde un punto de vista policial y en un ambiente contemporáneo. Debido a una situación médica, no podía salir mucho de casa, entonces tuve un maratón que me llevó a terminar la primera temporada en dos días.

 

        Como una primera reflexión me di cuenta de que estaba equivocado en lo que esperaba de la serie. Con esto me refiero a que no se presenta como una simple adaptación o restructuración de la trama desde otro punto de vista, sino que la serie sólo toma algunos elementos de la novela. Aunque el olfato y el perfume (especialmente la creación de este a través del cuerpo humano) son temas principales, dentro del contexto de la historia existen el libro y la adaptación cinematográfica de Tom Kykwer. Asimismo, la estructura y las tramas son diferentes, aunque claramente hay guiños en los que el asesino parece seguir los pasos que Süskind describió en su libro. De los nuevos temas que trata, la serie parece presentar la sexualización de las mujeres en una sociedad donde son construidas para ser objetos. De esta forma, el deseo, el sexo y las relaciones de poder entre géneros son de suma importancia.

 

         Desde el inicio de la serie se ve a las mujeres a través del sexo, conjunto a la violencia y al control. Estos pasan a ser cuerdas que unen a todos los personajes y forman una sociedad podrida. Un ejemplo se observa en el primer episodio (entre los minutos 4:54 y 5:25), donde se ve a una de las protagonistas (Simon) en el asiento del copiloto viendo una estampa de un hombre recibiendo sexo oral de parte de una mujer con la frase “hombres trabajando”. Al ver esto, el hombre que conduce se voltea y sonríe levemente, disfrutando de que ella esté viendo la estampilla. Así, en menos de un minuto se establece que Simon es un objeto sexual para él, así como para todos los demás hombres de la serie. El deseo es lo que determina las relaciones, y las mujeres son construidas a través de él.

 

        Conforme avanza la temporada, la violencia y el control de los hombres hacia las mujeres aumenta. El amor se pierde y parece inexistente, haciendo que las relaciones sexuales entabladas a través del poder entre los géneros sean puro deseo. Igualmente, las mujeres no sólo son dominadas, sino que son amaestradas, educadas para ser el objeto que deben ser de acuerdo al hombre. Construidas para que lo único a lo que aspiren sea convertirse en una posesión; ser el deseo que quiere ser y dar deseo, así como lo es Katherina. Uno de los mejores ejemplos de esa amaestración es Elena, quien desde joven es controlada y manipulada por Roman. El otro gran ejemplo es el prostíbulo, y cómo Butsche trata a las mujeres que trabajan ahí. Por último, Grünberg controla a Simon haciendo que su objetivo principal sea ser deseada por él.

 

          Considerando todo lo anterior, se puede ordenar a las mujeres del programa en tres grupos, todas prostitutas: las ninfómanas, las amantes y las que cobran. Todas son determinadas por la relación que los hombres establecen con ellas y por el control que los hombres pueden establecer sobre ellas. De todas las mujeres, la única que al final tiene un cierto poder sobre otros es Katharina, quien controla el deseo de los hombres. Es deseable y también es capaz de satisfacer ese deseo fugaz e incontrolable pero a la vez posible. Una mujer que no espera, como Simon, forzar a Grünberg a dejar a su esposa. Es una mujer que no busca ningún tipo de compromiso, ya que ama ser deseada por los hombres.

 

       Ahora bien, esta serie (no ingenuamente) presenta a esta mujer construida como prostituta. Simone de Beauvoir escribió alguna vez que: “Yes, women in general are today inferior to men; that is, their situation provides them with fewer possibilities: the question is whether this state of affairs must be perpetuated.” Reformulando un poco esta frase, en esta serie las mujeres están hechas para satisfacer a los hombres. No es una igual, es inferior y han sido construídas y amaestradas por los hombres para verse a sí mismas como un objetos sexuales. A través de esto se construye el final de la serie, especialmente las decisiones de las mujeres, quienes terminan por desear ser prostitutas. Al final, las mujeres no parecen querer salir de ser un objeto sexual, sino que sólo quieren convertirse en ninfómana. Quieren usar un perfume para ser como Katharina y tener un control relativo, ya que sin este perfume regresan a ser nada.

 

       De esta forma, la serie se enfoca en sexualizar a las mujeres y violentarlas de diferentes maneras. Ningún personaje hombre es carismático por su agresividad y sexualidad insaciable. La serie forma una sátira negra construida por el desprecio que causa al público la masculinidad en su forma más represiva, en lugar de representar un cambio irreal por su simpleza, como sucede en muchas películas y series estadounidenses, donde el empoderamiento es mostrado como una forma de solucionar el problema. Una excusa que parece vender. A diferencia de otras series, en Perfume la violencia hacia las mujeres es el argumento. Nos disgusta e incómoda la serie. Desde su uso excesivo de sexo y desnudos hasta la violencia y cómo las mujeres ya no son personas. El final desanima y los espectadores terminamos por quedar asqueados de este mundo, no por su fantasía, sino por su afinidad con la realidad.

 

Créditos de la imagen: Netflix

 

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