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Shadow-truths

/ por Rodrigo Lichtle/

 
 

He leído muy pocas novelas gráficas en mi vida, y fue hasta hace unos meses que me empezaron a llamar la atención. Curiosamente encontré un video de The Nerdwriter sobre un gran ejemplo de este género: The Sandman. No la he leído, pero de todo el video rescaté una frase que me pareció bastante buena: “Things need not have happened to be true. Tales and dreams are the shadow-truths that will endure when mere facts are dust and ashes, and forgot”.

   Parece ser que los sueños, las ideas e ilusiones son un tema que siempre han interesado al hombre. Desde la muerte y la búsqueda de la inmortalidad en Gilgamesh, pasando por el regreso y el pasado de La Odisea, así como el mundo de las ideas platónicas, sientan las bases de este pensamiento idealista. Recordando filósofos más modernos, como es el caso de Berkeley quien creía en que todo tenía que ser percibido para existir; o, en las palabras originales, “esse rerum est percipi”. Si se cae un árbol en un bosque y nadie (ni nada) lo escucha (o lo percibe de alguna forma), ¿el árbol realmente se cayó? Pero si llegamos a creer en sus ideas, ¿por qué cosas que no estamos viendo o percibiendo sí existen y no se desaparecen? ¿Por qué ese bosque que nadie ni nada percibe existe? Bueno, pues porque Dios es capaz de percibir todo, manteniendo al mundo.

   Berkeley una vez dijo: “Mas, me diréis, nada es tan fácil para mí como imaginar una arboleda en un prado o libros en una biblioteca, y nadie cercano para advertirlos. En efecto, no hay dificultad alguna en ello. ¿Pero qué es tal cosa, os pregunto, sino formar en vuestra mente ciertas ideas que llamáis árboles y libros, y al mismo tiempo no formar la idea de alguien que los percibe? ¿Y mientras tanto, no los advertís o no pensáis en ellos vosotros mismos?” Sobre la idea de este Dios, Borges explica que: “[s]egún este concepto, Dios no es hacedor de las cosas; es más bien un meditador de la vida o un inmortal y ubicuo espectador del vivir. Su eterna vigilancia impide que el universo se aniquile y resurja a capricho de atenciones individuales, y además presta firmeza y grave prestigio a el sistema”.

   Estos conceptos y planteamientos nos pueden derivar a demasiadas posibilidades, pero me interesa retomar la idea de la frase original. Varias veces me he preguntado: ¿hasta qué punto la ficción puede llegar a ser realidad? ¿Las ideas pueden ser más reales que las cosas materiales?

   Tengo dos ejemplos. Para los que han visto la última temporada de Sherlock, ahí se encuentra un gran ejemplo de una realidad ficticia que un personaje creó y realmente cree como si ese fuera su pasado. Evitando spoilers, otro ejemplo son algunos sueños, generalmente infantiles, de los que estamos inseguros si fueron realidad o no, si pasó tal cosa o sólo la imaginamos. Para la segunda pregunta, algo como la nacionalidad es una idea que puede ser lo suficientemente importante para dividir territorios, expropiar materias primas e incluso dar la vida por ella.

   Alguna vez pensé, como muchos otros predecesores a mí, en la posibilidad de que mi pasado sea falso, un sueño que yo cree o que alguien implantó en mí. Es obvio que nosotros no vivimos ni en el pasado (dejando fuera ideas de la tardanza de nuestros receptores haciendo que percibamos cosas ya “pasadas”, ese pasado es nuestro presente, aparte de que es mínimo el retraso), ni en el futuro, sólo en el presente. Con esto no podemos estar seguros de nada más que del ahora. El pasado como recuerdo es borroso, manipulable y cambiante; podemos alegrar u obscurecer recuerdos, hasta podemos desaparecerlos. Asimismo somos capaces de pensar en nuestra identidad y preguntarnos: ¿hasta qué punto éstas se crean más por ideas que por recuerdos, y si esos recuerdos no los hemos modificado ni están idealizados?

   Pero el otro segmento de la frase no lleva a la duda, sino que sobrepone los sueños y los relatos o la ficción encima de todo lo demás. Parece ser que sólo los textos que hablan de aquellas verdades de la vida o que tratan temas que siempre han sido importantes para la humanidad (y parece que siempre lo serán) son los recordados. Por ello seguimos leyendo obras con más de dos mil años de antigüedad. Retomemos el ejemplo de Gilgamesh. En este se habla de excesos, amistad, la búsqueda de la gloria, pero, sobre todo, la muerte e inmortalidad. Claramente el protagonista se da cuenta, a lo largo del relato, de que no podrá ser inmortal, y la única forma de conseguirlo es a través de la fama, o la segunda muerte. No mentiría si hoy en día muchas personas se preocupan, temen o están al tanto de la muerte. Nadie irá en búsqueda de la inmortalidad pasando por el camino del Sol, pero sí tratará de hacer su vida más larga y verá a otros morir, temiendo acabar como ellos. Muchos intentarán dejar una huella en sus familiares, amigos, o en el mundo para ser recordados.

   ¿A qué nos lleva esto? Si pensamos que nuestro mundo son ideas, donde hasta la ciencia más objetiva que son las matemáticas, están basadas en éstas (un ejemplo rápido es el uno, no existe la unidad perfecta e idealizada como el número 1, pero nos facilita trabajar y alcanzar objetividad), ¿con qué nos quedamos? Si descubriéramos que todo lo que sabemos está mal, ¿qué quedaría? Nuestra preocupación materializada en realidad-fantasmas.

   En el video ya mencionado se comenta la figura de Shakespeare en The Sandman. Dentro de ese libro, el autor británico se presenta como un outsider de él mismo. El precio de ser un genio es el perder el contacto con la realidad, como si él fuera un narrador de su misma vida. En la historieta, este personaje dirá: “I watched my life as if it were happening to someone else. My son died. And I was hurt; but I watched my hurt, and even relished it, a little, for now I could write a real death, a true loss”. Así como William Hazlitt dijo de Shakespeare que: “He is nothing in himself”. En la realidad, este escritor logró representar sentimientos y dudas en sus obras que hoy también están presentes. Como diría el encargado de The Nerdwriter, todos vivimos, de alguna manera, en los sueños de Shakespeare. Para no quedarnos con sólo autores ingleses, y a propósito del tema, en La vida es sueño se dice:

 

“Es verdad; pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive sueña
lo que es hasta despertar.”

 

   Como en casi todo lo que trato, no tengo respuestas, pero sí puedo plasmar dudas. De esta forma sólo quiero terminar diciendo: ¿y si la vida sólo es esto que el personaje de Calderón de la Barca expresa, donde el vivir sólo es soñar y que la vida es sueño? ¿Los sueños pueden ser realidad, hasta ser verdades-fantasmas que están sobre datos, y siempre existirán a diferencia de los otros?

 

 

 

*Foto tomada de internet. Todos los créditos correspondientes a la imagen que encabeza el texto.

 

 

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