ArbotantesLego ergo sum

En busca de la identidad

/ por Rodrigo Lichtle/

 
 

Probablemente no hay mejor prueba del mal que causa el capitalismo que el imperialismo europeo, no sólo desde la conquista de los imperios americanos y, después, de la expansión territorial, sino hasta el siglo XIX e incluso principios del XX. Hace unos días recordé la obra Heart of darkness de Joseph Conrad, tal vez una de las mejores en presentar el problema del imperialismo justo en el momento en el que se estaba llevando a cabo.

   Heart of darkness es la historia de Marlow, un marinero que cuenta su experiencia a la tripulación de un barco de vapor, sobre su viaje en el Congo. Habiendo sido contratado por una compañía de explotación de marfil para sacar a Kurtz del Congo, emprende el viaje a este lugar para después navegar por el río en un barco de vapor. Es destacable cómo Joseph Conrad, el autor, logra hacer que Kurtz sea una construcción con base en lo que otros personajes dicen. Los lectores nos vemos limitados en opiniones del narrador, Marlow y Kurtz, para conocerlos y entenderlos. Aparte de que es una obra que denuncia el maltrato en el Congo, critica la empresa como un claro paralelismo de la compañía belga que se dedicó a la explotación de esa zona, y cuestiona la “civilización” occidental.

   La idea es que, en este viaje, Marlow se da cuenta de las injusticias, el abuso y el maltrato ejercido por los europeos en África. Asimismo, en las últimas líneas del texto, uno se ve obligado a preguntarse qué es más negro y bárbaro, si el río del Congo o el Támesis. Kurtz, con todo y su “gran apoyo” a la compañía, termina perdido en su exceso de explotación, y no por nada sus famosas últimas palabras son: “The horror! The horror!”.

   Antes de continuar con esta obra me parece apropiado recordar a otro autor que habla de la explotación occidental. Aimé Césaire ve a Europa como “civilización que escoge cerrar los ojos ante sus problemas más cruciales es una civilización herida”. Esto es lo que intenta apuntar Conrad en la sociedad victoriana inglesa, pues cierra los ojos a lo que hace en sus colonias. Pero lo más destacable de Césaire es que para él el holocausto sólo es el resultado de cómo han sido los europeos durante toda la historia, especialmente con el imperialismo. El espíritu asesino de Hitler no nace tras la derrota de la Primera Guerra Mundial, sino que ha estado ahí desde las colonias. Incluso en Kurtz se puede ver este espíritu asesino, llevándonos al King Leopold’s Ghost . Ante esto, y cómo concluye Césaire, es sorprendente que no haya tardado en pasar algo como el holocausto.

   Empero, no sólo eso es lo grandioso de Conrad, quien fue capaz de presentar estas injusticias y ser de los primeros autores que rechazaron la explotación de gran manera. Creo que el autor también presenta otra idea igual de interesante. Como mencioné, Kurtz es creado por opiniones de diversos personajes. Su identidad puede ser considerada en continua formación, al menos para el lector. Lo peor de todo es que nosotros nos vemos limitados, como Marlow, a sólo conocer lo que otros nos dicen de él. Junto con esto, el final nos presenta la idea, o la pregunta, de ¿quiénes somos nosotros mismos? El autor crea la interrogante del ser de Kurtz, pero con esto lleva a la duda de la identidad del protagonista, Marlow. Al final, uno queda igualmente desconcertado de ambos personajes y, si podemos decir que el ser inglés y civilizado es lo que define al protagonista, al terminar se pone en duda a esta misma civilización. Para la obra, el corazón de las tinieblas es el Congo y Europa, cosa que, por más que Marlow haya sido parte de la explotación en África, sí funciona como cómplice, digiriéndose siempre a la oscuridad.

   Si alguna persona de quienes están leyendo esta columna ha considerado que el mundo occidental, especialmente Europa, es sinónimo de civilización, o sea, lo que nos aleja de un estado bárbaro y animal, Césaire y Conrad toman eso y lo cuestionan. Es más, si se han considerado sujetos con ciertas características de su persona definidas, Heart of darkness hace de Kurtz un hombre fantasmagórico, creado de las ideas, interpretaciones e intereses de otros. Si nosotros, lectores, creemos que terminamos entendiendo qué está mal y qué está bien dentro de esta obra, su final hace que seamos cómplices del imperialismo y que cerremos los ojos ante un sistema capitalista que lleva sólo a la explotación de la gente. A lo que resta preguntarnos: ¿nosotros, como Marlow y Kurtz, somos también las formaciones ideológicas de nuestro entorno?

 

 

 

*Caspar David Friederich. Der Wanderer über dem Nebelmeer, 1818. Foto tomada de internet. Todos los créditos correspondientes a la imagen que encabeza el texto.

 

 

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