ArbotantesHelarte de vivir

El grito de horror

/ por Beatricia Braque/

 
 

Una crueldad infinita se cierne sobre nosotras. El 15 de septiembre nos confirmaron lo que ya todos temíamos. Mara Castilla, la estudiante de 19 años de la UPAEP fue “hallada muerta” en Santa María Xonacatepec, a 15 kilómetros de la capital de Puebla. Curiosa elección de palabras, “hallada muerta”. Como cuando decimos que un objeto “se cayó” o “se rompió” solo, como si eso fuera posible. En el momento en que me enteré de la noticia ni siquiera pude llorar. El 5 de mayo pasado, Mara se solidarizó con el hashtag #SiMeMatan. Esto debido a la indignación que tantas sentimos ante el caso de Lesvy Osoro, otra mujer que casualmente también fue “hallada sin vida”.

     #SiMeMatan es porque me gustaba salir de noche y tomaba mucha cerveza.

     Fue entonces que me di cuenta de que cada una de las mujeres que nos unimos a ese hashtag jugamos todos los días a la ruleta rusa, algunas con más balas que otras. Y que inevitablemente, si alguna de nosotras corriéramos con esa suerte, alguien publicaría lo que twitteamos aquella noche en forma de meme. “Acompáñenme a ver esta triste historia”.

     No puedo evitar pensar que pude haber sido yo, que tengo más agravantes, que estoy más fuera de la norma, que cargo con más estigmas.

     Buena parte del 15 de septiembre la dediqué a seguir la noticia. Primero vi la transmisión en vivo que hizo la Fiscalía del Estado de Puebla. En las diapositivas que mostraron resguardaban con recelo la identidad del agresor. ¿Por qué no nos dejaron conocer su rostro? Se plantearon las distintas líneas de investigación y se mencionó de pasada que podría tratarse de una red dedicada a la trata de blancas. El resto de esta declaración se dedicó a hacer énfasis en que este crimen lo cometió un hombre que actuó solo. ¿Por qué entonces mencionaron que había gente tomándole fotos a Mara en el lugar en donde se encontraba antes de abordar el taxi? ¿Por qué entonces recibió la madre de Mara la llamada de un hombre que le decía que su hija estaba bien? ¿Por qué al salir del motel el chofer se muestra haciendo una seña a la cámara de seguridad?

     Posteriormente varios medios de comunicación hicieron transmisiones en vivo compartiendo lo que se vivió en la rueda de prensa. Además salieron a dar su muy sesgada opinión y a hacer suposiciones sobre lo que realmente había ocurrido.

     Dentro de este discurso que se reprodujo hasta el cansancio los comunicadores repetían una y otra vez que las mujeres comparten el 50% de la culpa al sufrir agresiones. Decían que es responsabilidad de nosotras cuidarnos de los “hijos de puta”. Decían que Mara no debió de haber tomado “tantos riesgos”. El problema de tener a tipos así opinando frente a un micrófono es que más de una persona empezó a comentar dentro de la transmisión que tenían toda la razón, que cómo era posible que las mujeres se expusieran de esa forma. En otra transmisión se dijo que “no hay que temer revictimizar a la víctima para llegar a la verdad”.

     Revictimizar a la víctima. Algo que es tan común en las redes sociales. En el caso de Tamara de Anda, denunciar el acoso que sufrió por parte de un taxista la hizo acreedora de aún más acoso. Comentarios en donde la amenazaban de muerte, en donde alguien reveló el lugar en donde trabajaba y sus horas de entrada y salida. E incluso comentarios en donde se le tachó de clasista, porque algún ocioso encontró que hace 7 años había twitteado que “El señor Covadonga” le dijo guapa y que esto sí lo había tomado como un halago. Otro de los discursos que comenzaron a circular en aquel entonces es que solo se le denomina acoso cuando es practicado por hombres poco agraciados y de clase social baja.

     Otro caso más próximo es el de la sobrecargo de Interjet, Karen Rodríguez Otero, quien al compartirnos en una transmisión de FB Live el acoso que sufrió por parte del capitán Daniel Vázquez fue tachada de dramática, de ofrecida y de mentirosa (esto en los mejores de los casos).

     También hemos visto proliferar videos y notas de voz que cuentan historias de terror de mujeres que han sido acosadas por choferes de Uber, misma empresa que al igual que Interjet y ahora Cabify han actuado de formas que dejan mucho que desear.

     No es suficiente que la ideología de género señale las situaciones de injusticia y desigualdad. Debemos situarnos colectivamente en una plataforma epistemológica que nos permita relacionarnos de nuevas formas. No podemos continuar limitándonos simplemente a identificar problemas. Debemos modificar nuestro actuar y pensar. Algo que es fundamental de entender es que NADIE, bajo NINGUNA CIRCUNSTANCIA tiene el derecho de violentar a otra persona, sin importar la forma en la que esté vestida, si tomó, si se drogó, si tiene “mala fama”. NADA justifica una agresión. Debemos dejar de reproducir discursos misóginos y machistas, debemos de comenzar a respetarnos por el hecho de ser personas. Debemos dejar de utilizar términos como “feminazi” para ridiculizar y minimizar lo que está sucediendo. Debemos educarnos y educar sobre lo que significa el consentimiento. Debemos de leer sobre feminismo y dejar de reproducir discursos en donde descalificamos algo que ni siquiera conocemos de primera mano. Debemos crear y exigir que exista un protocolo en caso de acoso en nuestras universidades, debemos de ser solidarios cuando vemos que a nuestro alrededor alguien está siendo violentado, debemos de levantar la voz.

     #VivasNosQueremos #NiUnaMás

 

*Foto por Etna Valeria Casco. Todos los créditos correspondientes a la imagen que encabeza el texto.

 

 

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