A través de mis lentes

El lockdown

/por athena/

 

Como muchas personas, en enero tenía muchos planes para este año además de emoción y expectativas. No había manera de saber  lo que el 2020 se convertiría. El plan más importante era irme por seis meses de intercambio a Inglaterra, un sueño desde siempre. Había estado trabajando en papeleo, certificaciones y demás por un año para que en diciembre recibiera mi carta de aceptación y los primeros días de enero estuviera en un avión atravesando el océano para llegar al viejo mundo. Recuerdo la emoción mientras veía el avión con temática de Star Wars (pura coincidencia) despegar del suelo mexicano. Tanta felicidad que después se convertiría en frustración y confusión.

 

          Los primeros tres meses fueron lo que esperaba. El clima era todo lo que había soñado: frío, lluvioso y húmedo, lo que anhelaba cuando vivía en la costa. La universidad con edificios modernos y viejos de ladrillo rojo me hacían sentir como si estuviera en el set de Mary Poppins o de Harry Potter. Los viajes de fines de semana a Londres u otras ciudades alimentaban mi espíritu de mujer libre e independiente. En mi agenda tenía varias listas que quería completar:  ciudades que visitar, tiendas que recorrer, recuerdos que comprar, etc.. Incluso tenía cinco boletos para musicales de los que solo alcancé a ver uno, Waitress; los que me faltaron fueron Hamilton, Six, Dear Evan Hansen y Be More Chill. Pero las listas se quedaron en eso, garabatos en mi libreta porque en la última semana de marzo el Primer Ministro, Boris Johnson declaró lockdown en Reino Unido.

 

         No es que no supiera que el virus estaba creciendo, pero nunca pensé que llegara a lo que es hoy. En el festejo del Chinese Lunar New Year estaba la recomendación de usar gel anti-bacterial y ya. Semanas después empezaron rumores de que había algunos en el hospital de Reading, la ciudad donde vivía. A inicios de marzo decidí pedir cubrebocas por si las moscas. Cuando estaba a unos días de ir a mi segundo musical, mis papás me lo prohibieron porque era demasiado riesgoso tomar el tren, después el metro para estar en un espacio cerrado con mucha gente. ¿Cómo podía dejar pasar la oportunidad de ver ese musical en vivo? Me frustré al inicio porque me sentía en el cima de la felicidad, como si estuviera corriendo libremente por un pasillo abriendo cada puerta sin problema, hasta que ya no pude. Estar en lockdown, como varios países lo descubrieron este año, significa que el país se queda paralizado para evitar más contagios porque los hospitales no dan abasto con los enfermos. Boris, después del susto de estar internado, entendió que el virus es cosa seria y por fin cerró el país. 

 

         Entonces tuve mi última semana de clases en línea. Vi muchos alumnos internacionales regresar a sus países, los locales irse de los dormitorios a sus casas, mientras yo me quedé. No podía hacer otra cosa nada más que sentarme en mi escritorio viendo un mapa de las ciudades que estuve tan cerca de ir. Los primeros días después de que la mayoría de las cosas cerraron y la universidad se vació fueron los más difíciles. Sentía incertidumbre y frustración al  regresar a los espacios que estaban tan llenos y vivos. Realmente no sabía que iba a pasar ni cuánto tiempo duraría esta nueva realidad. Tampoco había decidido si me quedaría en Inglaterra porque ya tenía un boleto en junio o me regresaba de una vez con mi familia. Lo más frustrante de todo es que no había nada que pudiera hacer. La pandemia, el virus, las decisiones políticas no eran mis decisiones, no tenía poder alguno, solo esperar que todo mejorara rápido. Esto se transformó en una pesadez en el pecho y una ansiedad creciente, hasta que decidí que no podía estar así. Esto es el peor escenario que pudo haber pasado, pero sigo estando en un país que soñé visitar. Dejé mis sentimientos de un lado y me enfoqué en las pequeñas cosas que me hacían feliz, lo que me recordaba que estaba en un lugar que tanto añoré aunque sea en cuarentena. 

 

         En lo que cabe, traté de crear una rutina lo más productiva que pude. Sin importar el estado del país, el semestre continuaba y tenía que estudiar para mis exámenes finales pero ahora en línea. Lo que me sobraba era el tiempo, para ser sincera. Mi día empezaba por ahí del medio día, donde me levantaba a hacerme de “desayunar” a la una. Después me ponía a ver videos en Youtube o Tik Tok por unas horas hasta que me remordía la conciencia y me ocupaba de estudiar por unas horas más, a las cinco y media iba a la única cafetería abierta de la universidad para mi cena, que en realidad era comida. En cuanto salía de mi edificio, le marcaba a mi mamá para platicar un rato con ella, porque en México eran las once de la mañana. Hablábamos de todo hasta que terminaba de comer. Aquí es la parte que variaba, a veces me juntaba a ver películas con mi amiga mexicana que también se quedó y se volvió mi única compañía. O hacía videollamada con mis amigos de México, o leía algún libro electrónico o seguía estudiando. Cuando daban las doce de la noche, me hacía un snack que terminaba siendo mi cena para poderme dormir entre la una y las tres de la madrugada. Al inicio era aburrido, pero se volvió tan familiar y cómodo que lo extraño.

 

         Ahora que llevo unos meses de regreso con mi familia y veo hacia mi intercambio, puedo notar una división. Los primeros tres meses fueron lo que tuvo que haber sido todo el semestre. Me sentía feliz y plena sintiendo que era dueña de mi futuro. Una felicidad como nunca la había sentido, un orgullo personal de lo que estaba logrando y conociendo. Después de marzo con el encierro, me volví más quieta, cómoda y monótona porque no había de otra. Lo que sí es que aprendí varias cosas de mi misma como que la soledad puede hacerse mi amiga fácilmente o como una pequeños momento de felicidad pueden mantenerme a flote. Me quedo con la enseñanza, pero todo esto sigue siendo algo que no necesitaba. El intercambio no se acerca para nada a lo que quería, pero tampoco me arrepiento. Viví una experiencia única dentro de lo que ya es considerado único. Aun así, estoy en el onceavo mes pero una parte de mí sigue anhelando que fuera el tercero y que nada de esto hubiera pasado.

 

 

Imagen:  IG @write_my_stars

 

Los textos así como su contenido, su estilo y las opiniones expresadas en ellos, son responsabilidad de los autores y no necesariamente reflejan la opinión de la UDLAP. (Para toda aclaración: revista.espora@udlap.mx).

Tags :#COVID19Pandemia

Te podría gustar