Cerdos y aberrantes

El #MeToo en México y la reacción de los medios

/ por Malú del Ángel/

 

El movimiento #MeToo no es nuevo, su origen se remonta al 2006, cuando la activista Tarana Burke sintió la necesidad de brindar acompañamiento a mujeres y niñas que habían sufrido de abuso sexual. Pero no tuvo notoriedad en todo el mundo hasta el 2017 cuando la frase fue utilizada por actrices americanas.

 

       En nuestro país hasta finales del mes pasado, surgió una ola de denuncias en redes sociales bajo las etiquetas #MeTooActivistas, #MeTooEscritores, #MeTooPeriodistas, #MeTooAcadémicos, #MeTooMúsicos, entre otros. Con el objetivo de llamar la atención pública a la prevalencia del acoso sexual ya normalizado en este tipo sectores, donde cientos de mujeres contaron las agresiones que sufrieron.

 

         El asunto se volvió polémico cuando el bajista de Botellita de Jerez, Armando Vega Gil, fue acusado de manera anónima por una mujer que narró haber sido acosada por el artista, de entonces 50 años, cuando ella tenía sólo 13. El músico respondió con una carta suicida, en la que defendía su inocencia, y al ver su carrera terminada por la situación, no consideró otra opción más que quitarse la vida.

 

        Como monitorista de medios, todo el día me dedico a escuchar y ver noticieros informativos, la primera reacción con la que me topé, fueron acusaciones contra el movimiento, y opiniones de varios machitos donde satanizan al movimiento feminista. No pude evitar comparar las reacciones de lo ocurrido con otra noticia fuera de contexto: el actor de “Mirreyes vs Godínez”, Pablo Lyle, fue acusado de homicidio por golpear a un señor de la tercera edad luego de un incidente vial. El señor lamentablemente falleció en el hospital a causa de las lesiones. Las notas no tienen relación entre sí, pero lo que llama la atención es el enfoque que dieron los medios de comunicación. El mismo tipo de personas que sin titubear responsabilizan a las “estúpidas feministas” del suicidio de Vega Gil, calificaron la situación como un accidente. Al parecer, aquí no hay nada reprochable, lo normal es recurrir a la agresión física, ya que  “los hombres serán hombres”.

 

          Pero regresando a la polémica, la reacción en redes sociales fue despiadada, los fans de Botellita de Jerez exigían sangre, daban por hecho una acusación falsa. Nunca sabremos la verdad con certeza, pero desde entonces han surgido más acusaciones similares en contra del bajista. Lo que más decepciona es que varios músicos habían aceptado su culpabilidad, pero después del lamentable suceso retractaron su confesión y desprestigiaron el movimiento Me Too. Efrén Barón de División Minúscula, quien había sido acusado por nueve personas que publicaron pruebas de acoso, ofreció disculpas a través de Twitter, confesó que tenía un problema y se comprometió a buscar ayuda psicológica. De inmediato su postura cambió después del caso Vega-Gil; el mismo día emitió un comunicado totalmente distinto, manifestó que si había aceptado su culpabilidad fue por presión social y lamentó que, como él, muchos músicos fueran víctimas de difamación.

 

          La principal crítica que recibió el movimiento fue que las mujeres denunciaron en redes sociales en lugar de instancias oficiales. Lo que no se cuestiona es el por qué se está  haciendo de esta forma. ¿Por qué las mujeres no confían en el sistema de justicia mexicano? Posiblemente se enteran de lo que sucede cuando una mujer levanta una denuncia en este país: situación en la que tu agresor se entera que ha sido denunciado y te mata antes de pagar por su crimen. México ocupa el cuarto lugar en impunidad a nivel global según datos del IMCO.

 

          Tal vez podríamos ser un poco más empáticos y preguntarnos ¿Qué se puede hacer para que las mujeres puedan confiar en las instancias encargadas de su protección? Las denuncias en las redes no son más que el último recurso cuando perteneces a una sociedad en la que el acoso es norma. El feminismo no está en contra de que se sigan los protocolos, pero estos rara vez se cumplen en México.

 

       Ni el  #MeToo ni el “yo les creo a ellas” afirma que ninguna es capaz de mentir. Simplemente se busca reconocer que las denuncias reales tienen un mayor porcentaje que las falsas. Según cifras de ONU Mujeres, en países donde se ha medido el porcentaje de denuncias falsas, la cifra es menor al 3%, es decir; son tan escasas que resulta ridículo llamar al movimiento una “cacería de brujas”.

 

       Por supuesto que si a alguien le interesa que las denuncias procedan legalmente es a las mujeres, es por eso que tendencias como #MeToo deben seguir existiendo, porque es más fácil destapar los abusos de un hombre (sobre todo si está en una posición de poder) cuando más de una ha tenido la misma experiencia con él.

 

       En palabras traducidas de la periodista Sady Doyle de su artículo “Creerles a las mujeres nunca ha significado ignorar los hechos”: “las denuncias falsas existen, pero son raras y comúnmente fáciles de exponer. En cambio, la violencia sexual no es rara, pasa todos los días, en su mayoría a mujeres […] Por lo que no le debes creer a las mujeres bajo la obligación de ignorar los hechos, sino que debes creerles porque los hechos dicen que no están mintiendo”.

 

Imagen obtenida de internet. Créditos de The Walrus / vivanity.

 

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