Contraplano

La favorita

/ por Héctor Justino Hernández/

 

  

La farsa ha sido siempre tratada como un género menor. Hermana malhadada de la comedia, ha permanecido en las sombras desde donde ha ejercido una influencia mayúscula en la cultura. Su historia ha recorrido un largo camino. Desde la Grecia antigua, con las llamadas «farsas megarenses», hasta la actualidad, con las obras de Beckett y el gran Alfred Jarry: todos por igual señalan los errores humanos con un dedo afilado y una mirada amplia de la situación que viven.

        En el cine actual, la farsa es utilizada, quizá de una manera sutil y diluida con otros géneros, como un medio de denuncia, expone la realidad en un tono burlesco y de comicidad cruel. Solo hay que voltear la mirada a la historia y nos encontraremos con ejemplos clásicos en el cine de Monthy Python (Los caballeros de la mesa cuadrada, 1975) y en muchas de las películas de Tarantino (Pulp Fiction, 1994). Sin ir tan lejos, de entre los nominados al Oscar 2019 podemos extraer un ejemplo de esta corriente que mezcla la farsa con la parodia y  lo grotesco: El infiltrado del kkklan (Spike Lee, 2018) utiliza ese tono de burla para poner de relieve la situación de la discriminación racial.

          Yorgos Lanthimos (El sacrificio del ciervo sagrado, Dogtooth, La langosta) hace lo suyo en su más reciente película: La favorita (The favourite, 2018) y con ello pone a la farsa una vez más en el mapa. Pero no es, como podría entenderse, una farsa de estirpe clásica; más bien, aparece empapada con profundos ecos surrealistas y de aquél género palaciego que esporádicamente da a la pantalla algunas joyas cinematográficas. Emparentada, sí, con Iván el terrible (S. Eisenstein, 1944) y Amadeus (M. Forman, 1984), pero más cercana a la legendaria Barry Lyndon (1975) de Stanley Kubrick y a La Malvada (Mankiewicz, 1950). La favorita trae consigo una tradición aristocrática y con ecos profundos.

         Hay, no obstante, una intención mordaz en la filmografía de Lanthimos, con cada nueva película parece divertirse mostrando el lado más cruel y oscuro del ser humano. En El sacrificio del ciervo sagrado (2017) es la ironía de la muerte y la deformación de la realidad sobre las que se solaza el director. Por otro lado, puede advertirse desde un principio en La favorita que los planos realizados en gran angular (los cuales suelen distorsionar los espacios) evidencian en el exterior el tumulto caótico que las tres mujeres protagonistas esconden: una inolvidable y espléndida Reina Ana (Olivia Colman) y las deslumbrantes Sarah (Rachel Weisz) y Abigail (Emma Stone). El juego de poder se revela por medio de una cámara intimista que recorre los alrededores de un palacio iluminado con luz natural y plagado de cortesanos en decadencia: carreras de patos, baños de tomate, bailes más cercanos al break dance que al barroco. Todo esto enmarca una serie de proyectos por parte de las dos cortesanas para aumentar en gracia e influir en el destino de las decisiones del reino. En medio se encuentra Ana Estuardo, desequilibrada emocionalmente, con exabruptos y miedos, que sustituye a sus 17 hijos muertos por igual número de conejos con los cuales parece tener una relación enfermiza.

         Con La favorita, el director griego construye una película que explora las intrigas al interior de la corte inglesa, pero deshaciéndose del maniqueísmo hollywoodense que plaga el género, plantea una guerra personal, por momentos sádica. No hay medias tintas. La corrupción humana tiene alcances profundos y no se detiene en miramientos. La traición es un juego cotidiano. En este sentido, hay una denuncia que clama al espectador su atención para construir similitudes entre la realidad y el filme. El pasado es utilizado como una plataforma sobre la que se proyecta la actualidad, especialmente la de E.U.A y otros países que han elegido presidentes extremistas. Un personaje irascible es puesto a la cabeza del estado mientras figuras en apariencia secundarias son quienes manejan todo a su alrededor. En efecto, más común de lo que debería ser.

         El desagrado ante la situación actual del mundo se traduce en un filme que sumerge al ser humano en una condición ante la cual no puede escapar, su fragilidad será su perdición. Y es esta verdad cruel, la que desembocará en carcajada estruendosa al estar contenida en una historia que agrega a la tradición de la farsa en el cine una visión tan personal como lo es la de Lanthimos. Sin duda, una forma de ver el mundo que se agradece.

 

Créditos de la imagen: 20th Century Fox

 

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