ArbotantesPersistencia retiniana

Del otro lado de la playa

/ por Ricardo Alcántara/

 
 

Bajo la arena (Land of mine) es una producción danesa-germana, escrita y dirigida por Martin Zandvliet; protagonizada por Roland Møller. La película fue nominada a la categoría de Mejor Película de habla no inglesa en los Oscars y fue parte de la selección oficial en el Festival Internacional de Cine de Toronto. En ella vemos la historia del sargento Carl Leopold Rasmussen, un militar danés de edad madura, carácter fuerte y un agresivo odio hacia los alemanes cultivado por los años de la ocupación nazi en Dinamarca durante la Segunda Guerra Mundial.

   Luego de la guerra, varios grupos de soldados alemanes fueron retenidos en Dinamarca para ser obligados a buscar y desactivar las minas explosivas que su propio ejército había colocado a lo largo de diversas playas y campos. El sargento Rasmussen, es el encargado de un grupo de catorce soldados alemanes de alrededor de dieciocho años, que deben limpiar una playa completa, plagada de los artefactos explosivos. Durante esta misión, el sargento descarga el odio que siente por ellos y por lo que le hicieron a su país, tratando al grupo en calidad de prisioneros, con jornadas exhaustivas y dosis de alimento muy limitadas. A los jóvenes se les da la promesa de que, si terminan de limpiar la playa, podrán irse a casa; sin embargo, a medida que más y más elementos van muriendo, el ánimo comienza a decaer. Esto desata los cuestionamientos de los soldados sobre el sentido de su presencia en la playa y el de sus vidas mismas. Mientras, el sargento comienza a ablandarse un poco, al simpatizar con ellos por su corta edad y a la cruel situación en que se encuentran.

   En cuanto al lenguaje cinematográfico, podemos ver cómo los personajes se nos describen de formas indirectas e ingeniosas, creando un lazo de simpatía, humano y honesto, tanto con los protagonistas como con los antagónicos. Otro elemento que en realidad destaca sobre los demás es el uso del sonido que cuenta con una mezcla sublime, utilizando silencios desgarradores que aumentan la tensión de las escenas y que nos sumergen en la psicología de los personajes. El sonido que hacen las tapas de las minas cuando los soldados las desenroscan para desactivarlas, se convierte rápidamente en el leitmotiv más importante, pues esto le augura a la audiencia un momento más de suspenso. Los soldados no tienen como único escenario la playa y la búsqueda de minas, el excelente ritmo que tiene la dirección, permite que la tensión sea tan constante, que mantiene al espectador inmerso en la historia, incluso cuando los personajes se encuentran en el dormitorio (supuestamente a salvo), con la preocupación perpetua de que en cualquier momento, cualquier cosa puede estallar.

   Sin embargo, esta tensión no sólo se ve reflejada en las explosiones, sino que todos los personajes, logran desarrollar un conflicto interno sólido y relevante. Elementos como el ratón que uno de ellos adopta como mascota, vuelve muy interesantes las escenas que pasan en el pequeño cuarto donde duermen. Cuando el dueño del ratón, lo observa dentro de su pequeña jaula con expresión taciturna, podemos capturar un pequeño instante que resume todo el sentimiento regente de la película: una combinación entre miedo y resignación, la sensación y cuestionamiento del encierro. Lo poco que vamos averiguando sobre los personajes, como pequeños detalles sobre sus familias, o lo que planean hacer cuando vuelvan a casa –siempre de forma tan orgánica, sencilla y honesta, que da la impresión de que la película nos está haciendo una confesión–, le añaden profundidad al conflicto, y los extraños momentos en los que logran acercarse al sargento y generan incluso una sensación de camaradería, hacen que las secuencias tengan grandes contrastes entre sí.

   Una las grandes críticas que ha recibido siempre el cine bélico, es que tiende a buscar la glorificación del protagonista detallando su humanidad y lo extraordinario de sus actos heroicos, mientras que el antagónico sólo se dibuja como una silueta malvada, sin rostro, sin sentimientos, y sin motivo alguno para cometer una atrocidad tras otras. Algunas películas sobre la Segunda Guerra Mundial, llegan incluso a retratar a los alemanes o a los japoneses casi como animales. Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge) de Mel Gibson, nominada a mejor película en los Oscars 2017 es un buen ejemplo. Aunque esta cinta cuenta con un gran uso del lenguaje cinematográfico, ideológicamente cae en un discurso en extremo nacionalista, agresivo, intolerante, fanáticamente cristiano y obviamente cursi. Este tipo de cosas, desde mi punto de vista, ensucian el cine, volviéndolo un instrumento para fomentar las barreras entre nosotros, cuando debería ser todo lo contrario (qué casualidad que durante la primera celebración del Oscar durante el mandato de Trump, una película como esta llega a la pantalla).

   Bajo la arena le da la vuelta por completo a este discurso, después de ver tantas películas norteamericanas del género bélico, una perspectiva en la que los nazis son las víctimas y los aliados cumplen el papel antagónico, enriquece enormemente la visión de los conflictos en la post-guerra y explora ampliamente las posibilidades de los sentimientos humanos.

 

FB: Patas Escuadras

 

 

 

*Foto tomada de internet. Todos los créditos correspondientes a la imagen que encabeza el texto.

 

 

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