Condado

Sin peluche en el estuche

/ por Angela Delgado Martínez/

 

Hace dos años me dejé crecer el vello de las axilas. Con el No Shave November, decidí aprovechar y no depilarme, cosa que extendí hasta diciembre, y no sólo las axilas: también me dejé crecer el pelo púbico, el de las piernas y el de la cara. En las axilas no me creció como a los hombres, aunque sí se veía una maraña muy decente. Me sentía orgullosa, pues nunca me lo había dejado tanto tiempo.

  La verdad es que, más allá de apoyar el movimiento y sus objetivos, lo vi como un pretexto para no tener que quitarme el vello. Siempre me ha dado flojera rasurarme, depilarme con pinzas la cara o ir a que me depilen con cera. Además, si quiero rasurarme yo sola la parte de atrás de las piernas tengo que hacer movimientos extraños, que alguien más me depile es caro, puede ser doloroso por varios motivos… en fin, un martirio, y justo eso me lleva a preguntarme: ¿en verdad tiene algún sentido quitarme el vello, más si batallo tanto para hacerlo?

  Varios factores contribuyeron a decidir dejarme el vello, además de la flojera. En primera: no apestaba, lo cual me sorprendió porque los medios o nuestras mamás nos convencen de quitarnos el vello diciendo que es más higiénico. Pero eso no me convencía lo suficiente porque, a fin de cuentas, el vello es una barrera protectora natural de las zonas delicadas del cuerpo, tiene una función, una razón por la que está ahí.

  Luego, pensé que mucha gente se lo iba a dejar para apoyar al movimiento, así que, si alguien se daba cuenta, no tendría que avergonzarme de mis pelos. Resultó perfecto porque podía aprovechar para respirar un poco de la presión que genera andar por ahí peluda. Además, era invierno y no había por qué tener miedo a que lo vieran porque no me iba a poner una blusa sin mangas. Sí, a pesar de que había un motivo externo, un propósito social, lo habría meditado más de haber sido No Shave July.

  Lo que finalmente me hizo tomar esa decisión fue que no tenía novio ni una pareja sexual recurrente. A muchos hombres con los que me he relacionado, que andan entre los 20 y 30 años, les da asco el vello en las mujeres, más en el área púbica. No fueron una o dos las veces que varios de ellos me hicieron algún comentario sobre mi vello (porque había olvidado rasurarme y me había crecido, no porque lo hiciera a propósito), y yo sólo pensaba: “tú tienes pelos en las nalgas y no te estoy diciendo nada”.

  No entiendo qué diferencia el vello de una mujer y el de un hombre, no sé por qué nosotras tenemos que estar semi lampiñas, no termino de ver lo “sexy” en eso. ¿Por qué debo avergonzarme de tener relaciones con un hombre si no me depilé? ¿Por qué me piden que me quite el vello? ¿Qué ven de atractivo en eso? Les he preguntado y varios me han contestado que “es más higiénico”, “se disfruta más el sexo” o el famosísimo “se ve más bonito”.

  No necesariamente hay que depilarnos toda el área púbica, chicas, también podemos ponernos creativas y rasurarnos con algún estilo para sorprender a nuestro hombre. Hay varias opciones: la depilación brasileña, el estilo Hollywood, la flecha, el corazón, la estrella, el triángulo, la pista de aterrizaje… Siempre es una buena idea ponerse unas medias sensuales sin nada abajo más que un nuevo estilo en el corte del vello púbico para reanimar la pasión y divertirnos con nuestra pareja. Algo así es lo que me dice En femenino cuando busco en Google por qué los hombres que me gustan prefieren a las mujeres depiladas. No me sabe dar una razón verdadera, no me quiere decir siquiera si es por algo muy cínico. Y yo pienso: “pues no sé, pero mejor hacerlo”, como siempre.

  No obstante, creo que todo esto tiene que ver con un fenómeno que tomó mucha fuerza en las últimas tres décadas gracias al fácil acceso a internet: la pornografía. Si bien desde las revistas ya se podía ver a las modelos con poco o nada de vello en el cuerpo, en los videos es muy diferente porque el sexo es explícito; ves cómo se mueven las personas, hay sonidos y fluidos, y las actrices se quitan todo el vello para que, literalmente, nada estorbe a la apreciación de la penetración.

  El porno no es material exclusivo para el género masculino, pero casi siempre va dirigido a él. La mayoría del contenido de las páginas más famosas va enfocado a la satisfacción “tradicional” del hombre heterosexual, así que los videos normalmente contienen relaciones sexuales entre un hombre y una mujer o entre mujeres. Puedo decir con certeza que los hombres con los que he estado son consumidores de pornografía y, si enlazo todo esto, entiendo por qué prefieren que esté depilada: para muchos de ellos, el sexo de los videos se ha vuelto el modelo ideal, y que yo cumpla con al menos no tener pelos es un modo de acercarme más a su idealización. Entonces, amigo, no me vuelvas a decir que es más higiénico que esté rasurada, ambos sabemos que no lo prefieres por eso.

  En México, además de la pornografía, medios de comunicación masiva como la televisión y el cine, las revistas para mujeres, varias marcas de ropa y de productos de belleza y las redes sociales como Instagram se han encargado de mantener la idea de que nuestro cuerpo es un producto que debe cumplir con ciertos estándares de calidad, e incluso hoy, aunque se supone que ya se están rompiendo los estándares de belleza y esas cosas, como el de “la talla ideal”, patrocinan la idea de que mínimo debemos depilarnos, y me parece que se debe a la controversia política que genera el no hacerlo.

  Ya había pasado un mes desde que empecé a dejarme el vello y decidí enseñarles a mis papás cuánto me había crecido en las axilas. Pensé que no les iba a importar, pero al verlo se espantaron, y mi papá me preguntó qué me estaba pasando, por qué hacía esas cosas. De un modo u otro tenía razón, me había salido del esquema, había hecho algo que no esperaban de mí. A pesar de que mi papá tiene el vello de las axilas más largo y abundante que como yo lo tenía, él puede llevarlo así porque en él no quiere decir nada. Pero en mí sí, y entendí por qué me había excedido y que, lo aceptase o no, no podía tomarme lo que había hecho como algo simple.

  Cuando tomé la decisión de no depilarme, sin querer me opuse a la idea dominante de lo que debe ser la mujer mexicana: la del ama de casa que mantenía en buen estado el hogar, que no respondía ni se quejaba y que atendía a sus hijos y daba prioridad a su esposo sobre todo lo demás. Y ese modelo se contrapone al de la feminista “radical” presente durante la juventud de mis papás, que asistía a marchas y protestas y que, entre muchas otras cosas, se dejaba el vello como una manera de responder ante la represión de su sexualidad.

  Sin importar por qué no me rasuré, mis papás lo enlazaron con suposiciones acerca de mi conducta social y sexual, pues no estaba respetando la forma en que conciben a la mujer. Seguramente pensaron que hacía orgías, que me había unido a alguna secta rara y que me estaba volviendo de izquierda, todo al mismo tiempo. Dejarme crecer el vello significó para ellos casi casi una revolución porque parece que eso significa. Algo tan simple como cortarme el cabello muy chiquito o dejarme crecer el vello corporal se interpreta como si quisiera ir en contra de lo impuesto y demostrar cierta ideología. Pero no, papá, no me dejé el pelo porque voy a organizar una revuelta en Reforma.

  Fue a mediados del siglo XX cuando comenzó a difundirse publicidad que alentaba la depilación femenina. No estoy segura si fue con anuncios de rastrillos, desodorantes o qué, pero apelaban a algo que, al final, nos convenció a casi todas: la vergüenza. “Siéntete libre en la playa”, “no tengas miedo de mostrar”, “disfruta porque no está”. Más o menos esos eran los mensajes que difundían, acompañados de dibujos de mujeres tipo Marilyn en traje de baño y, obviamente, sin un pelo de sobra.

  El vello es parte del cuerpo, te lo quitas y vuelve porque ahí quiere estar, es algo completamente natural, y me parece que esa es justo la razón por la que nos depilamos. Más allá de los motivos estéticos que se le hayan ocurrido a Cleopatra, la depilación está asociada con lo “civilizado”, se opone a lo salvaje y, por ende, a lo natural. Y si se enlaza esto con la imagen de delicadeza y búsqueda que la perfección que debe caracterizar a la mujer es de esperarse se nos pidan que nos depilemos.

  Podríamos oponernos a esta concepción porque, al menos para mí y otras mujeres de veintitantos, esta nos fue heredada con todo y su significación. Sin embargo, no lo hacemos por la vergüenza que acompaña negarse a llevar a cabo esta acción. Esta se encarga de modelar a la sociedad y ayuda a mantenerla cumpliendo con los estándares impuestos porque genera miedo en quien los rechaza. La vergüenza surge cuando hacemos algo que contradice a las personas a nuestro alrededor, cuando exteriorizamos lo que pensamos, aunque esté catalogado como “prohibido”. Esta sensación se construyó junto con el proceso de civilización de Occidente para mantenernos en orden, y es perfecto porque nadie tiene que cuidar que se cumpla. El miedo al ataque de los demás hace que cada uno de nosotros cumpla con lo normado. Hacer caso al “qué dirán” pasa por algo.

  La vergüenza es lo que motiva pensarme dos veces (o más) si dejarme crecer el vello. El verdadero problema es que he interiorizado esa vergüenza que surge de lo piensan los demás, eso es lo que ha provocado que me sienta mejor rasurada, que me sienta libre, aunque no esté en la playa; que no tenga miedo de mostrarme, aunque nadie me vaya a ver; que disfrute porque no hay vello, aunque, en realidad, no habría ningún problema si hubiera.

  Me siento más cómoda depilada y no porque haya adquirido la habilidad de doblar mi cuerpo para rasurarme bien las piernas, sino porque nadie me va a juzgar. Nuestra intimidad, algo tan simple como el vello, es del dominio público, y por ello me siento presionada a depilarme, porque en la sociedad se ha definido qué puede hacerse y qué no. Al parecer no hay nada relacionado con la salud por lo cual sea mejor optar por la depilación y, aun con todo, existe. Es una tendencia social que impera, nada más, así es que, en realidad, las mujeres no tenemos otro motivo que ese para depilarnos.

 
 

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