La neta del planeta

Inevidencia y ceguera mental

/ por Mapi/

 

Despiertas de la mejor siesta del mundo, abres los ojos y sólo hay oscuridad; una oscuridad solitaria que da miedo, miedo por no saber qué es lo que te rodea, miedo por no tener la capacidad de apreciar los defectos y las virtudes del mundo; miedo al saber que ahora las puertas se cierran ante ti; ya no importa quien eras, ahora el Estado te ve como una carga que se debe tratar con inferioridad, como si fueras un delincuente, un animal, o más bien, un objeto que no sirve; eres desechable y tus derechos ya no valen. ¡Sorpresa! estás en un país en donde sólo importan las personas que produzcan más capital.

  Esta realidad es vivida por un millón 7 mil 788 personas en México, tres de cada diez individuos. Un 45% de esa población son menores de 25 años, el 15% entre 25 y 50 años y el 40% son mayores de 57; muchos creerían que es por la edad, y en cierto modo lo es, pero, en la actualidad, las causas principales son: el descuido de un error refractivo como la miopía o el astigmatismo, la diabetes, las cataratas, el glaucoma y la degeneración macular (pérdida de visión en la retina central y deterioro de los fotorreceptores de la mácula, causadas por: herencia, caucásicos, exposición a luz UV y el tabaquismo).

    Si vemos la ceguera como una cifra económica, es un gasto de 9 mil 570 millones de pesos anuales; A comparación de otros países como Alemania, en donde las personas con esta discapacidad sí tienen la oportunidad ya sea de trabajar o de recibir una pensión, en México, la situación es diferente, ya que el Estado prefiere cerrar los ojos y hacer como si no existiera el problema.

    De acuerdo con la información del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), el 70% de la población invidente no cuenta con acceso a los servicios de salud pública, mientras que el 30% restante depende de alguien más; entonces, ¿cómo es que el Estado quiere que estos individuos salgan adelante? No se hace nada al respecto. Un niño, por ejemplo, en esta situación, simplemente no puede estudiar y si en dado caso lo hace, no contará con el material de trabajo que necesita y/o será discriminado.

   Los mexicanos no conocemos el respeto, la empatía o la igualdad; fingimos buscar equidad y justicia, aparentamos indignación y actuamos empatía cuando en realidad sólo queremos pertenecer a un círculo, estar acorde a una tendencia, y cuando ésta pasa de moda nos indignamos con otro tema.

   Hace unos meses inició un gran movimiento sobre la igualdad de género que trataba de demostrar que el lenguaje es sexista; de la noche a la mañana vi en todas mis redes sociales mensajes como: “Por un lenguaje o lenguaja sin sexismo o sin sexisma. Lenguaje incluyente.” Y a mi parecer, fue un acto innecesario. Estoy en total acuerdo con que vivimos en un país sexista, no obstante, el lenguaje es un sistema estructurado para transmitir un discurso y es el emisor quien decide de qué forma y con qué fin quiere transferir el discurso, así pues, el receptor lo interpreta. El lenguaje no es sexista, el contexto sí.

   Se han llevado a cabo otros movimientos similares, pero ¿por qué no levantarnos y exigir igualdad para estas personas? si queremos igualdad debemos abrir los ojos y ver que hay millones de personas que, constantemente, son pisoteadas por no tener la misma fisonomía que los demás ¡y nosotros molestándonos por unas vocales! Por qué no exigir que todos los colegios cuenten con libros en braile, o que haya más trabajos para personas con esta discapacidad, por qué no poner de moda que todos aprendan el lenguaje de las señas o que en todos los establecimientos haya rampas (bien diseñadas).

    Tener una discapacidad no es ser menos humano, darle la espalda a estas personas, sí.

    ¿Volverás a cerrar los ojos?

 

 
 

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