ArbotantesLego ergo sum

Amor, y el tener

/por Rodrigo Lichtle/

 
 

Algo hace a los sentimientos imposibles de determinar objetiva o compresivamente. Ante su subjetividad y, en algunos casos, falta de control, los sentimientos se pueden convertir en una forma de soportar aquello que sentimos e intentar expresarlo y entenderlo, no como algo que haya de seguir normas de cómo sentir; hasta el punto de que parecemos sentir todo de diferente manera. Un caso específico es el amor. Hasta cierto punto, este sentir es famoso por tener una correlación con la posesividad. Hasta qué punto uno no quiere tener –conocer–, todo de una persona que ama. Existen aparte diferentes ejemplos de esto en películas o libros, que nos muestran generalmente una exageración, aunque posible, de esta posesividad. Esto presenta una pregunta: cuál es la mejor forma de amar, y si existe un amor puro.

En primer lugar, es difícil determinar qué sería el amor puro. De hecho, a la persona que le debía escribir esta columna, una vez me definió el amor puro como el caso en el que amas a una persona por quien es. Pero con esto se me presentaba un problema: si amas a alguien así y te engaña, entonces tendrías que amarlo porque eso es; es parte de él. Empero, amar a alguien amerita tener ciertos estándares. Estos se establecen tanto al inicio de una relación como a lo largo de ella. De esta manera, si amas a alguien por la persona que es y resulta hacer algo que no se amolda con esos estándares, entonces no podrías amarlo puramente. Se podría decir que se amaría la idea de esa persona mas no la persona en sí. En cambio, si se logra mantener esta idea lo más cercana a la realidad, entonces sí sería amar a esa persona de forma pura.

En cambio, el amor posesivo se define por sí mismo y tiene una connotación tanto positiva como negativa. Sin embargo, puede llegar el momento en que todo amor sea, hasta cierto punto, posesivo. Existen diferentes niveles de tener a alguien, así como también es posible preguntarse hasta qué punto podemos poseer a otro. Lo que puede hace pasional al amor es esta idea de intentar mantener al otro cerca, ya que queremos que sea nuestro. Se puede entender la pasión amorosa, al principio de una relación, como una manera de intentar mantener al otro cerca y enamorado, ya que siempre existe el miedo de que nos dejen. En Pale Fire, Nabokov describe que «Solitude is the playfield of Satan». Tememos a la soledad; por diferentes razones, el estar solos puede llegar a parecer una forma no viable de vivir. Por ello, el amor en un sentido más inocente y el deseo pasional son necesarios.

Este tema también me hace recordar No todos los hombres son románticos, de Héctor Manjarrez: «No hay que confundir el placer y el amor, aunque sean lo mismo». Nunca he estado seguro de cómo interpretar esta frase, pero en su base muestra una correlación clara entre el deseo y el amor. Sintiendo, incluso, un deseo desde a poseer uno; deseo sexual; deseo de un futuro juntos; deseo de que la idea que tenemos de la otra persona sea cierta. De cierta manera existe este miedo de perder a la otra persona, y la reacción común es intentar ser mejor y darle todo lo que podemos al otro para que no nos deje. Desear para causar deseo, amar para que nos amen. Otra frase de Manjarrez que siempre me gustó es la siguiente:

   En verdad os digo, conciudadanos y amantes: la vida es dura y cuando alguien nos deja es más dura aún porque el tiempo no alcanza, porque los ingresos tampoco, porque es más difícil ser padre o madre, porque la mitad de la casa está sucia, porque la soledad quiebra al más fuerte en un mal momento, porque te quedas sin testigo, porque pasa mucho tiempo antes de que puedas volver a enamorarte. Además, verdad, pusiste tanto de ti mismo que fue bueno y malo y ahora es sólo un vacío que no llenan ni los orgasmos ni el alcohol ni los amigos ni el sufrimiento ni la violencia. (…) ¿Por qué hiciste las cosas tan mal?, ¿por qué siempre haces las mismas estupideces?, ¿por qué te rehusaste cuando debías dar más?, ¿por qué no supiste explicarte?, ¿por qué rapacidad del entorno les quitó la ternura y la compasión?, ¿por qué querer hacer de la dicha una costumbre?

 Teniendo este miedo, y sabiendo lo difícil que es la soledad, el desear y amar al otro también se convierte en una manera de convencerlo para no regresar a la soledad.

 Queremos dar todo de nosotros pero queremos que el otro también dé todo.

Queremos poseer al otro y que nos ame.

Queremos que esté con nosotros.

Para eso lo amamos, pero sólo pedimos el tiempo, a veces el cuerpo, del otro; hasta el punto de tratar de hacer a la otra persona nuestra.

Manjarrez también escribe, «no había que confundir el amor propio con el amor». No podemos amar a otra persona y no amarnos a nosotros mismos. El amor puro parece, relativamente, imposible ya que el amor no se limita a otra persona; el amor no es sólo amar al otro y ser amado, es amarse a uno mismo. Eso me hace pensar que, si uno idealiza a alguien, entonces también es imposible amarlo de forma pura. Me parece casi imposible evitar idealizaciones, y ante esto, también creo que el amor propio debe ser mayor para incluso evitar la posesividad agresiva o una relación tóxica. Hasta cierto punto, uno puede terminar sólo queriendo tener esa idea, aferrarse a ella y tardar en darse cuenta de que lo que posee es nada.
Claro está que, hay muchos casos en que el amor posesivo termina en relaciones dañinas; sin embargo, también me lleva a pensar que el amor posesivo no es necesariamente malo ya que, amar a alguien lo suficiente, nos lleva a querer pasar la vida con esa persona. Casarnos es una forma de mostrar que otra persona es nuestra, y que nosotros somos de esa persona. En el sentido de que poseer a alguien y ser de alguien tiene una carga cultural y sentimental como una promesa amorosa. Obviamente existen relaciones abiertas y no posesivas. Pero a lo que quiero llegar es que, si no quisiéramos tener a esa persona, el deseo, el placer y el amor podrían desaparecer.

Me parece claro que hay diferentes tipos de posesividad y que se puede querer tener a alguien de manera sana o tóxica. El querer forzar a que alguien sea nuestro no tendría la misma implicación de amor. Todo lo contrario, eso elimina la posibilidad del otro; elimina la existencia de pensar en el placer, la elección. Y ese miedo de perder al otro deja de existir en una relación, ya que estamos forzados a amar; alguien nos obliga a amar como si fuera lo único que podríamos hacer. Me parece que prohibiciones o limitaciones no llevan a algo sentimental. No son una forma de amar, no son una forma de querer: son una forma violenta que lleva a casi esclavizar a otro. Obviamente, no puedo generalizar, pero si uno se siente forzado a amar, no ama ya que es su obligación. Lo que hace al amor es la posibilidad de amar a alguien, y la posibilidad de dejar de amarlo; que aún con ambas posibilidades presentes queramos seguir amando a la misma persona porque algo la hace indicada.

 
 

 
 

Los textos así como su contenido, su estilo y las opiniones expresadas en ellos, son responsabilidad de los autores y no necesariamente reflejan la opinión de la UDLAP. (Para toda aclaración: esporarevista@gmail.com)

Te podría gustar