Hay que hablarlo

Parangaricutirimicuaro; si crees que esta palabra existe, ¿por qué «amigues» no, eh?

/por natcisa/

 

No lo voy a negar, yo solía defender el uso «adecuado» del lenguaje. Solía ser de aquelles que te corregían o te reviraban los ojos si usabas la terminación en «e» que el lenguaje incluyente propone. Lo primerito que me venía a la mente, y que usaba como respaldo, era «es que la RAE dice…». Y, ay, qué pena. Aún recuerdo un meme que compartí en Facebook durante la preparatoria donde había una persona en un helicóptero con una ametralladora que disparaba hacia unas palabras en el cielo y decía: «yo cuando veo palabras que terminan en e, x, @». ¿Qué me sentía yo defendiendo una «postura culta» y «correcta» cuando es más bien una postura de poder con fines de control y en defensa del binarismo? Me alegra haber cambiado de opinión y darme cuenta de la farsa que es el lenguaje.

 

          El lenguaje es símbolo de poder, y no necesito citar ninguna fuente académica para respaldar esto. ¿Arma número uno de la política? La palabra, el discurso, la retórica. Así, el discurso mueve masas, invita a la acción, funda y controla imperios, pues recordemos a Alfonso X el Sabio y su atención al lenguaje castellano cuando reinaba. O tomemos en cuenta lo que sucede en el siglo XV; en 1492, no sólo llegó Colón a América y creyó que había «descubierto» un continente nuevo, sino que también se publicó La gramática de la lengua castellana de Antonio Nebrija, mejor conocida como La gramática de Nebrija. Dicho libro es el primer texto en lengua castellana que establece las reglas del español y que se dedica al estudio de éste. Yo veo aquí dos sucesos que llevaron a la colonización —nuestra colonización, al control de una población. Es más, si no mal recuerdo, Nebrija decía que la lengua era la compañera del imperio. Más claro ni el agua. 

 

         Vayamos incluso más antes del siglo XV, mucho más atrás. Sabemos que el español viene del latín—o espero que lo sepamos. En retrospección, el latín pertenece a la familia de las lenguas indoeuropeas, la familia más grande. Dentro, o más bien antes de esta familia, tenemos al sánscrito, el cual se conoce como el idioma de los dioses; y es que el sánscrito podría ser su antecesor directo siendo el protoindoeuropeo, algo así como la madre de las lenguas indoeuropeas, la mera mera. Más que intentar dar una clase express de evolución del lenguaje, lo que me importa de este merequetengue genealógico-lingüístico es entender cómo intervienen los hablantes y el poder sistémico en las transformaciones de la lengua, principalmente de la española. 

 

         El lenguaje es un ente vivo, requiere de hablantes para existir; si nadie lo practica, éste desaparece. Si no me equivoco, el sánscrito ya es una lengua muerta, nadie la habla. Asimismo, evolucionó en otras que a la fecha tuvieron el mismo final, mas aún quedan sus más recientes retoños, las lenguas romances, entre ellas el español. Sin embargo, ¿cómo evoluciona una lengua? A través de la práctica y el moldeo de sus hablantes. El pueblo hace al lenguaje, puesto que éste lo necesita para comunicarse y siempre lo acoplará a sus necesidades y gustos. Muchas de las evoluciones del latín se deben a la comodidad de pronunciación de ciertas palabras o dada la dificultad de pronunciar sílabas seguidas que requieren un cambio drástico de posición de la lengua en el paladar. 

 

         Además, no creas que el mejor latín fue el que devino en las lenguas romances. Nuestro idioma viene del habla vulgar, del latín bajo, del llamado sermo vulgaris. Pero fueron las instituciones y el poder sistémico quienes intentaron tomar las riendas en el asunto y crearon las academias, los manuales, las reglas; centraron las bases del «buen» escribir y del «buen» hablar. 

 

         Sin embargo, tal parece que se les olvidó lo más importante, que lo primordial del lenguaje y de la comunicación es que uno se de a entender. Si te digo, vas ver, como dirían aquí en mi tierra, de cierta forma es entendible y es obvio que te estoy diciendo que vas a ver, simplemente entra la economía lingüística y el idiolecto —la forma característica del hablar de cada uno. Esto podemos verlo indiscutiblemente en quienes aprenden otro idioma. Puede que no usen las reglas gramaticales de su libro de texto y que no pronuncien las palabras como tú, pero les entiendes, sabes qué dicen. ¿No es eso lo más importante?

 

       Regresando de lleno al tema del lenguaje incluyente, yo cambié de opinión cuando comencé a batallar con mi género. Mi pronombre es ella (she/her), pero también utilizo palabras en «masculino» para referirme a mi persona, para describirme —y aquí cabe recalcar que los pronombres no equivalen ni al género ni al sexo. Al principio me mostraba reacia ante no seguir las reglas gramáticas porque pensaba: pues estoy mal, no hay concordancia de «género» en decir «ando cansado y desvelada», y más estudiando literatura. Después me pregunté, ¿y qué? Si lo importante es que yo me sienta cómodo y que se me entienda, ¿no? 

 

         Por un tiempo consideré utilizar la opción neutral, el lenguaje incluyente o no sexista, en el cual los adjetivos y sustantivos terminan en «e», además de utilizar el pronombre elle, o they en inglés. Empero, no sentí que fuera la mejor opción para mí. Veo al lenguaje incluyente también una postura punk, por así llamarle, que desafía al sistema y al binarismo que tanto se nos quiere imponer, mas no sentí que fuese para mí; mi postura punk sería jugar con el género en el lenguaje como se me viniere en gana porque las palabras no tienen género, pues ¿qué hace a un cuchillo «masculino» y a una mano «femenina»? 

 

         A pesar de que yo no me haya sentido cómoda con el lenguaje incluyente, decidí comenzar a introducirlo en mi habla y escritura cotidiana, porque, que no sea cómodo para mí no significa que para alguien más no lo sea. Y es que, sobre el «masculino» como plural neutral, se me hace completamente tonto que, estando un grupo de 20 «mujeres» y 2 «hombres» tengamos que decir «todos» en vez de «todas». Yo no me veo en ese «todos» y hay «mujeres» que no se ven en ese «todas». Mejor decir «todes», por respeto. Si ya vimos que el lenguaje lo hace el pueblo, ¿para qué tenemos que andar haciéndole caso a una institución antiquísima que no se cuestiona el impacto del lenguaje en la identidad de sus hablantes? Que el lenguaje se acople, nosotres qué. Mi persona, mi género, mi identidad, nada de esto se va a ver limitado por el lenguaje, mucho menos por una institución y por viejites que la manejen.

 

         Por último, a pesar de mi fiel apoyo al lenguaje incluyente, creo que también es necesario poner sobre la mesa ciertos puntos débiles de su uso: el «@» y la «x». }. Los texto-a-voz (text to speech), la tecnología de asistencia que lee en voz alta textos digitales y que son de gran ayuda para las personas disléxicas o que padecen de ceguera, tienen problemas con la lectura y pronunciación de estas versiones del lenguaje incluyente, por lo tanto, éste dejaría de ser realmente incluyente. Te invito a introducir «todos, todas, todxs, tod@s, todes» en este texto-a-voz (agregar hipervínculo en las palabras: https://www.naturalreaders.com/online/) y darte cuenta por qué el @ y la x no funcionan al cien. Es verdad que de manera escrita es entendible, se ve bien en pancartas, mas ¿cómo pronunciarlo? Y, ¿cómo lees tú esa «x» en tu cabeza? ¿Le asignas un «género» inconscientemente? Es por lo anterior que considero a la «e» como la opción más viable y con mayor oportunidad de convertirse en la nueva evolución de la lengua española, la cual busca la neutralidad y el respeto y es más consciente del impacto de su uso en sus hablantes, incluyendo a todes aquelles a quienes una «a» y una «o» al final de las palabras no les representa.

 

         El lenguaje es inventado, es una farsa, es creación humana. Sólo sirve y funciona si se practica y sólo vive si se deforma. Si inventamos palabras como parangaricutirimicuaro y no le vemos nada de malo, ¿por qué «amigues» no lo usarías, eh?

 

 

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