/por Frida Téllez/
El arte que engalana nuestros cuerpos, que celebra nuestra diversidad con todos los colores del arcoiris, es nuestra esencia que se enraiza en la tierra y se convierte en un legado milenario.
Dentro del espectro LGBT+ coexisten y resisten diferentes representaciones del género. Uno de los más importantes por su dimensión histórica, son los Muxes, quienes entre flores, colores y holanes engalanan la existencia de un tercer género en Oaxaca, que manifiestan la celebración de un legado indígena que también es de origen prehispánico que desafía las normas hegemónicas de la normatividad.
A la luz de los testimonios pictográficos, de los informantes y conquistadores es evidente la existencia de la transgresión del género, también de la fluidez no binaria que existía en el mundo prehispánico, en las prácticas culturales, religiosas y en la vida cotidiana, es decir, que las diferentes formas de expresión de la identidad y de las preferencias sexuales eran aceptadas y reconocidas. El istmo de Tehuantepec, ubicado en la zona sur del estado de Oaxaca casi colindando con la frontera de Guatemala, es el escenario interétnico en donde los zapotecos, como grupo dominante desde la época precolombina, han permitido la permanencia de ciertos rasgos culturales hasta la fecha.
La identidad del género Muxe es un legado de esta tradición que, a pesar de la conquista que condenó todo aquello que no encaja dentro del sistema binario, existe y resiste hasta nuestros días. Un Muxe es entonces un hombre que en el transcurso de su adolescencia construía su identidad de género, adaptando los roles asignados para las mujeres, también de los hombres, sin límites, sin prejuicios, transitando en la no binariedad. A pesar de vivir en un mundo heteronormado, dentro de su comunidad no sufren de exclusión o invisibilidad social, sino todo lo contrario, su existencia es una celebración de los colores y las tradiciones de la región.
La organización social se basaba en la unión familiar, en un sistema similar al matriarcado, en donde los hombres se hacían cargo de cazar, cultivar la tierra y tomar decisiones políticas mientras que las mujeres controlaban el comercio y las decisiones económicas. Dentro de la familia, el núcleo más importante de la sociedad, Muxe suele ser considerado “el mejor de los hijos” ya que siendo una sociedad en donde la mujer trabaja fuera del ámbito doméstico, el hijo muxe se vuelve un elemento productivo dentro de la vida familiar, se convierte en el cuidador de niños y ancianos, además, realiza trabajos domésticos. Sobre lo anterior, Petrona Vázquez Esteva, madre de Peregriana (Muxe de Juchitán) menciona lo siguiente: “Es una bendición porque dios lo mandó así, yo me siento orgullosa de él”.
Fuera del núcleo familiar, los Muxes, desempeñan un papel importante para la conservación de la cultura y las tradiciones Oaxaqueñas, ya que son sus manos las que maquilan y bordan los vestidos típicos de gala para las mujeres, y los tocados florales. Su participación dentro de la sociedad logra visibilizar la existencia del espectro LGBT+ asimismo su importancia dentro de comunidades indígenas, ya que su participación como agentes de la comunidad se ha diversificado, como afirma Vinizia Carrillo, organizadora de la vela muxe en Juchitán:
“Puedes ser muxe que trabaja en una casa, puedes ser un muxe activista, puedes ser un muxe político, pero cada uno de ellos, de las diferentes identidades de ser Muxe, tiene un respeto y una valoración social”.
La existencia y resistencia en la identidad Muxe nos muestra que cuando enseñamos todos nuestros colores, todo lo que somos con orgullo y poder, no habrá barrera demasiado grande para detenernos.
Bibliografía
Flores. (2010, 10 octubre). Travestidos de etnicidad Zapoteca: Una etnografía de los Muxes de Juchitán como cuerpos poderosos. Anuario de Hojas de Warmi, no.15(1era.).
Material visual: https://www.youtube.com/watch?v=LHm6ztQnHdI
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