Condado

¿Un devenir drag?  ¡Un devenir verde!

/por Iván Flores Chávez (Astourjean)/


     Un paisaje de escritura nace de la yerba. Una yerba, pero sólo a condición de su propio modo “salvaje”. La yerba va y viene por el territorio. Crece desde los lados, pinta el mundo de su clorofila, verde obscuro, verde claro que ilumina la estepa, verde quemado que flama la existencia. Y también, de ese mismo desbordamiento, corren y recorren en la que antes era la profundidad, y recordando lo que Deleuze llama “efectos de superficie”, en esta nueva “superficie”, raíces que van tejiéndose desde su propia velocidad, deconstruyendo la tierra y volviéndola otra cosa (¿qué otra cosa? No sabemos aún). A decir, multiplicidad: en algún momento, el desborde del mundo vibrante de olor a hierba conecta con las raíces desbordantes de los bulbos rizomáticos. Se conectan y se desconectan a partir de matices eléctricos, en ese dejo de la existencia que aleja de todo compromiso. Trabajo en intensidad. Verdadero gesto político. ¿Por qué comenzar hablando de plantas cuando lo que quisiéramos es haber ya comenzado a hablar sobre el drag? Posición de soberanía del sujeto asujetado, trayendo las palabras de M. Foucault, pero también una actitud despótica propia del fascismo. Así que lancemos la mirada y el pensamiento mucho “más acá”: Hace no mucho tiempo, el potencial de un color verde. ¿Tres tonalidades? Más bien tres dimensiones de la sensación, en el sentido de Deleuze y Guattari. Tres que en realidad son seis, seis que en realidad son doce, doce que en realidad son veinticuatro, veinticuatro que en realidad son cuarenta y ocho, y así sucesivamente. Es el pensamiento mismo que opera al infinito. Un pensamiento que siente, el feeling de Whitehead pero que, en uno, que aún vive algunos instantes y no por más tiempo la desgracia de ser aún demasiado humano, umbral fijado por Nietzsche, es un pensar sensible. Luego el encuentro deleuziano, después la alegría spinozista: he aumentado mi potencia de existir. Aesthesis radical = verdadera revolución molecular. Un espacio ontológico que es ya en sí mismo pura energía. Un ojo que soporta las atrocidades de la identidad: Serás uno y nada más, de una vez y para siempre, gritaba primero Dios en su juicio, luego el hombre después de haberlo asesinado para intentar sentarse en aquel trono. Y mientras tanto, este ojo se ha vuelto el ojo del mundo, ojo de verdusco trampantojo. Potencia de lo falso que también se cristaliza en la pestaña: pestaña que comienza a desbordarse, algo postizo que de repente crece y crece. Pero no crece en sí de manera lineal, sino que va operando a una velocidad de flujo acelerada. Se acelera y acelera tanto hasta volverse un derrame de rayones, como cuando los niños rayan las paredes o como cuando se raya un baño público. Rayones que oscilan y se pierden entre trazos negros que se vuelven verdes y que saben a chicle de menta, y rayones salvajes de color verde que invaden la piel. A decir, de su propio mapa de intensidades como rizoma. Así, una pestaña a condición de yerba se va derramando poco a poco hasta que se vuelve un cúmulo de trazos asignificantes, de tal magnitud que pesan más que el ojo mismo, más que la cabeza misma y más que el “cuerpo entero” mismo. A eso refería RuPaul cuando hablaba del political statement del enchinamiento de las pestañas postizas. Una experimentación propia del CsO: ¿Acaso ya hemos desestratificado lo suficiente? ¡Prudencia! Y notamos, que ya no sabemos en dónde está la hierba y en dónde están los bulbos. Un bulbo desterritorializa en la hierba y la yerba en el bulbo. Doble evolución paralela cuando pasamos al ojo verde del mundo y a la pestaña postiza de trazos asignificantes. Puros rayones y zona intensivas. Agenciamientos. De vez en cuando se conectan y se desconectan, infinito potencial de posibilidades. Mapas y más mapas. A veces la pestaña postiza no quiere pegar, en ocasiones se cae, a veces la hierba se quema con el frío, pero el rizoma siempre permanece, como las raíces de la cebolla creciendo aún dentro de la fría luz de la nevera. ¿Acaso no íbamos hablar de drag?, se escucha una voz por algún lado. Segunda pregunta: ¿Drag? Tercera pregunta, la nuestra: ¿O un devenir drag? ¿Respuesta? ¡La multiplicidad de lo vivo! (concepto de Mayra Morales). Así como la Pantera Rosa, pero en un color verde de la yerba que invade toda la existencia, hasta hacerle renunciar a su identidad, la yerba nómada como un devenir verde. Y es un verde Astourjean como un inmanente devenir drag.

 

 

 

 

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