Cerdos y aberrantes

De humor negro y corrección política

/ por Malú del Ángel/

 

Este año tuve la oportunidad de vivir en Islandia, el país de hielo, durante tres meses. Fue una experiencia increíble. Me enamoré de la belleza natural del país: montañas nevadas, cascadas monumentales, aguas termales y atardeceres de medianoche. Además, el choque cultural no fue tan grande como esperaba. Como muchos mexicanos, los islandeses son despreocupados, no suelen planear las cosas con antelación y su humor es negro y sarcástico, por lo que fue fácil adaptarme; sin embargo, es un país progresista en cuanto a sustentabilidad ambiental, derechos civiles y equidad de género –muy distinto a nuestro México–.

 

      El humor islandés es tan oscuro como sus inviernos y nada lo representa mejor que el trabajo del caricaturista Hugleikur Dagsson. Sus cómics, que consisten en sencillos muñecos de palitos, son ácidos y altamente ofensivos. En uno de ellos se muestra al Papa saliendo de su balcón para dar su primera declaración ante miles de fieles: “¡Sólo quiero coger!”. Otro hace referencia a la canción Stairway to heaven de Led Zeppelin con un chico en silla de ruedas descubriendo que la única forma de llegar al cielo es subiendo dichas escaleras. En uno de los más brutales, Dagsson dibuja a una persona tirada en un charco de su propia sangre con una pistola en la mano. Dos personas están de pie junto al cuerpo, una preguntándole a la otra “¿Te lo quieres coger?”

 

      Para muchos, este humor resultará grotesco y de mal gusto. En lo particular, siempre he disfrutado de este tipo de comedia, pero está claro que no deja lugar a la corrección política. Esto me hizo entrar en conflicto conmigo misma ya que, a mi parecer, la corrección política es necesaria en ocasiones, sobre todo cuando la alternativa es ser abiertamente homofóbico, racista o sexista. La finalidad no es censurar, sino ser responsable de lo que decimos. Nace de la necesidad de detener un discurso de odio y progresar como sociedad. 

 

       Estoy de acuerdo en que lo político correcto no soluciona realmente los problemas de discriminación. El dejar de hablar como un racista no te va a quitar lo racista, pero cuando la raíz de un chiste es un pensamiento ignorante o desinformado, puede resultar más dañino que divertido. Así que es importante considerar quién está contando la broma y cuál es el objetivo de la misma. 

 

       Como dice el comediante Ricky Gervais: “Una ofensa ocurre cuando las personas confunden el tema de una broma con el objetivo real. No siempre son lo mismo”. Esto puede ser difícil de reconocer, pero lo que Gervais quiere decir es que bromear sobre algo ofensivo no quiere decir que estés a favor o que pienses de esa manera. La mayoría de los comediantes de este género hacen sátiras de las personas con prejuicios obsoletos.  Por ejemplo, regresando a Hugleikur Dagsson, algunas de sus ilustraciones se mofan de este tipo de gente con sus personajes de palitos diciendo frases como: “Malditos extranjeros… llegan a nuestro país a volvernos más racistas” o “No soy racista, pero… ¡Heil Hitler!”. Otro cómic muestra a una pareja, el hombre le da un puñetazo a la mujer, la llama perra y le dice que se calle mientras que otro par juntos a ellos comenta “Están en una relación complicada…” El tema del chiste es la violencia de género, pero el objetivo es ridiculizar a quienes trivializan dicho problema. 

 

       Confieso que no soy la persona más correcta al expresarme, pero me autocritico todo el tiempo y trato de que mis palabras no sean un reflejo de mi entorno intolerante. No por esto dejaré de disfrutar del humor negro. Es una contradicción que puedo aceptar fácilmente. Somos capaces de reconocer una broma inofensiva de una que nace de la ignorancia, hasta podemos reírnos de nosotros mismos, siempre y cuando esto no comprometa el estar conscientes y despiertos ante los problemas del mundo.

 

Foto tomada de internet. Todos los créditos al artista, Hugleikur Dagsson.

 

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